Al igual que en el poema “El Cuervo”, escrito por Edgard Allan Poe y publicado en 1845, el segundo de Máximo Kirchner en la organización “La Cámpora”, Andrés “Cuerdo” Larroque se asemeja a la trama literaria, puesto que el tema central de dicho poema (que reproducimos abajo), es la devoción sin fin, donde el narrador experimenta un perverso conflicto entre el deseo de recordar y el deseo de olvidar, a la vez que parece sentir algo de placer en enfocarse en su pérdida. En este sentido, surge inevitable la pregunta: ¿Qué habrá perdido este sector político, que por ahora, continúa en el Frente de Todos?
Por Maximiliano Borches
¿La Cámpora ya decidió su ruptura con el Frente de Todos, o solo buscan llamar la atención a gritos? El secretario general de esa organización cristinista, y ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés “Cuervo” Larroque, otra vez salió a criticar al Gobierno nacional por no “repudiar” el ataque contra el Congreso, y en particular contra el despacho de su jefa política, Cristina Fernández de Kirchner, sin entender (quizá) o desoyendo lo que le explicó el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, al respecto. También redobló la apuesta ubicando a los seguidores de Cristina, casi “como perseguidos y/o ninguneados” en el Frente.
Durante un reportaje que no casualmente brindó esta mañana a uno de los comunicadores cristinitas más destacados, Víctor Hugo Morales en AM750, el secretario general camporista y funcionario bonaerense, volvió a practicar tiro al blanco desde el espacio más cómodo que encontró esa organización: el de ser relatores de la realidad sin esforzarse en trabajar aportando a la gobernabilidad en una gestión peronista, en momentos de profunda crisis política y económica local e internacional.
En este sentido, y entre otros aspectos que no guardan demasiada relación con la realidad, precisó que: “Se tiene que permitir la expresión de diferentes sectores que constituyeron el Frente de Todos, desde ya, el sector mayoritario y que se siente representado por Cristina. Estamos viviendo un momento de peligrosa autoproscripción de un sector de la fuerza”. Además, no perdió la oportunidad para lanzar una frase, que si la realidad no fuese tan cruda, seria descabelladamente divertida: “cuando opina un kirchnerista es un drama y se dice que se rompe la unidad, pero alguien cercano al Presidente dice cualquier pavada y no corre nada. O está la metralleta del off a la cual nosotros no abonamos, porque decimos las cosas en on y con la mejor buena voluntad” (SIC)
También contó que tras sus críticas publicadas en las redes sociales el fin de semana, el ministro Alberto Fernández lo llamó y tuvieron una “larga charla y frontal”. “Le expliqué que más allá de comunicaciones privadas o internas que yo desconocía, creo que lo que reclamábamos era una postura pública para señalar la gravedad. No podemos dejar pasar esto. Hay un mensaje al atacar a Cristina, es de carácter mafioso”, remarcó Larroque.
Mientras todo esto sucede, el espacio macrista/radical/libertario se relame pensando en una posible victoria en 2023, que de producirse y entre otros aspectos por la división infantil del oficialismo, sería por demás trágico par los intereses del pueblo argentino.
El cuervo (E. A. Poe):
Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”
¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
más el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”
Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”
Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, horrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: “Nunca más.”
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”
“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!
Traducción: Julio Cortázar
Ver: https://narrativabreve.com/2017/02/el-cuervo-allan-poe-en-estado-puro.html