Por Maximiliano Borches. A 47 años de producido el golpe de Estado cívico-militar más sanguinario de la larga saga de golpes de estado que sufrió el pueblo argentino a lo largo del pasado siglo XX, la democracia atraviesa una crisis de representación peligrosa. El intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner fue la ruptura de un pacto social de no violencia que nació a partir de 1985, cuando se produjo el histórico juicio a los genocidas.
Este nuevo aniversario del último golpe de Estado cívico-militar, se desarrolla en el marco de los 40 años de recuperada para siempre la democracia en Argentina. Una democracia que se logró reconquistar con la valiente y persistente lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, organismos de Derechos Humanos, y el movimiento obrero organizado en la CGT que conducía el mítico Saúl “Pueblo” Ubaldini, quien encabezó dos paros generales contra el gobierno de los verdugos, en 1979 y 1982, respectivamente.
La importancia política de desbordar las calles y plazas del país, con cientos de miles de compatriotas, es para hacerles recordar a los neo-negacionistas (radicales, macristas, neo-libertarios; todos fascistas reciclados en “republicanos”), de la masacre estatal que arrojó 30 mil detenidos-desaparecidos y la apropiación de más de 500 bebés, junto a la destrucción económica del entramado productivo nacional; que no cuentan con la impunidad que les hacen creer los medios masivos y hegemónicos de comunicación y gran parte de la “Justicia”, que solo atiende intereses de los privilegiados del poder y sus empleados.
Argentina avanza hacia en un año electoral clave, en medio de fuertes tensiones políticas internas y un calamitoso escenario socio-económico, generado en parte por errores estratégicos de la última gestión de Cristina Fernández de Kirchner (a partir de la mala devaluación aplicada en 2014), y fundamentalmente por el paso arrasado de Mauricio Macri presidente, que no solo nos reintrodujo en la miseria planificada que impone el FMI a los países periféricos, sino que además, en esos cuatro años de olvido, cerraron más de 25 mil pymes, y hubo ajustes y tarifazos casí imposible de corregir tras el inesperado paso de la pandemia del coronavirus, los efectos de la guerra europea (que nos hacen pagar a los países pobres, a través de inescrupulosos pagos de deuda externa e imponiendo precios para nuestros commodities, que terminan comprando y vendiendo empresas multinacionales para beneficio de ellos y de sus oficinas locales)
Por estas razones, rápidamente enunciadas entre otras no menos urgentes, se impone una vez más la necesidad de la unidad programática. No hay más lugar para llorisqueos de uno y otro lado del Frente de Todos, y menos aún de acciones sectarias dignas de una estudiantina, pero que poco tienen que ver con la defensa de los intereses del pueblo y la nación.
Refundar la Argentina es el objetivo para retomar el camino de un proyecto de nación libre, justa y soberana.
De nosotros depende.