Por Maximiliano Borches*. No es momento de tibios ni de neutrales. La tiranía avanza, y por este motivo, el próximo domingo 19 de noviembre las y los argentinos tenemos un compromiso democrático ineludible.
No solo se desarrollará la elección presidencial más importante desde el 30 de octubre de 1983, año en que las organizaciones libres del pueblo recuperaron para siempre nuestra democracia, encabezadas por Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, organismos de DDHH y los sindicatos nucleados en la CGT-Brasil conducida por el mítico dirigente Saúl Ubaldini (que dirigió los históricos tres paros nacionales contra los verdugos de la dictadura cívico-militar-eclesiástica), sino porque se definirá si se precariza o se profundiza la democracia en nuestro país.
En concreto, no solo se disputan dos modelos económicos. Están en pugna dos modelos antagónicos de concepción humana y nacional. Todas y cada una de las medidas propuestas por LLA no solo tienen como único horizonte un feroz ajuste contra el pueblo, sino que parecen ser un compilado de medidas anticonstitucionales. Con la excusa de la meritocracia (uno de sus grandes eufemismos de campaña, puesto que no todos salen desde la misma línea de partida a pelear la vida), atacan desde su plataforma de gobierno –y los discursos de cada uno de sus referentes- los artículos 14 bis, 15, 18, 20 y 23 de la Constitución Nacional, entre otros.
Sus proyectos para instalar un mercado de venta de órganos, de portar libremente armas, de quitar la Educación Sexual Integral (ESI) de las escuelas, de dar marcha atrás con el Aborto Legal y Gratuito, de destruir el entramado de contención social del Estado, a través de los aumentos salariales indirectos que recibe la población con los subsidios al transporte público y al consumo de agua, luz y gas, como también su proyecto de arancelar las universidades públicas (reafirmado por el propio Milei durante el último debate presidencial que mantuvo con Sergio Massa), implementar vouchers para el acceso a la educación en todos sus niveles y privatizar la salud pública, las jubilaciones (vuelta a las AFJP), como a las empresas estatales y/o mixtas estratégicas: el yacimiento de Vaca Muerta, YPF, INVAP, FADEA, Aerolíneas Argentinas, y otras, como así también sus posturas de bajar las banderas en el reclamo soberano por nuestras Islas Malvinas hoy ocupadas militarmente por el Reino Unido de la Gran Bretaña/OTAN, y la liberación de los genocidas condenados por crímenes de lesa humanidad durante la última dictadura; lisa y llanamente es preparar al país para que vuelva a ser una colonia, no en este de otra Nación extranjera, sino de los grandes emporios financieros internacionales, entre ellos los tristemente célebres Fondos Buitre.
A pesar de que dicen ser el “futuro”, cada una de sus ideas representan el pensamiento más rancio de la casta oligárquica que a fines del siglo XIX y principios del XX, se definía como liberal en lo económico y conservador en lo político.
Durante la Guerra Civil Española, más precisamente en 1936, circulaba una consigna en carteles y volantes que decía: “La bestia fascista asesina, destruye”. Hoy, 87 años después, y en un contexto diferente de aquel donde se dirimió por el uso de las armas la España republicana contra la finalmente triunfante, España monárquica y dictatorial, aquí en Argentina vemos peligrar la democracia con un resurgir de oscuras fuerzas neo-fascistas y solo se avizora un futuro de violencia social y económica, represión y muerte, si estas bestias de hoy que deambulan por las calles, las redes y los medios de comunicación con sus trajes de post-verdad y todo su cinismo a cuestas, finalmente triunfan en las urnas este domingo.
De nosotros depende, aún estamos a tiempo de frenar a las bestias.
La opción para una Argentina con más y mejor democracia, es Sergio Massa Presidente.
*Director de «Mariano Moreno Noticias»