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La descamisada

Por Maximiliano Borches. Nacida el 7 de mayo de 1919, en Los Toldos, provincia de Buenos Aires, María Eva Duarte se convirtió en la mujer más importante de la historia argentina, de la mano de quien fuera su gran amor y compañero de luchas: Juan Domingo Perón. Su decisión política de sustituir la caridad oligárquica por la solidaridad popular, hizo de su nombre una bandera que se levanta de generación en generación. “El peronismo no se aprende ni se proclama, se siente y se comprende, ha dicho Perón. Es condición de fe; nace del análisis de los hechos por la razón de sus causas y consecuencias; es dinámica hecha historia; es la conciencia hecha justicia, que reclama la humanidad de nuestros días; es trabajo, es amor, es sacrificio. Es, en suma, fe hecha partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria”, afirmó Evita en su discurso ante cientos de miles de trabajadores, el 1° de mayo de 1950. Mirá el video al final de la nota. 

Condenada a la juventud eterna por la pronta partida de su vida terrenal, Evita Perón, encarnó la mística que toda gran revolución necesita para atravesar el tiempo y sus adversidades. El profundo amor por su pueblo rápidamente la convirtió en jefa espiritual de la Nación, toda una caracterización que ninguna otra dirigente política argentina se atrevió, ni siquiera, a disputarle.

No dudó en llamar al enemigo por su nombre: «La oligarquía, los mediocres, los vendepatria todavía no están derrotados. Desde sus guaridas asquerosas atentan contra el pueblo», pronunció en aquel mítico Cabildo Abierto del Justicialismo, del 22 de agosto de 1951, cuando el cáncer se apoderaba de ella como una venganza de la casta privilegiada de la Argentina y de sus amos de América del Norte, y el pueblo pedía que integrara la “fórmula de la Patria”, junto a Juan Perón para las elecciones a realizarse en 1952.

«Si el pueblo fuera feliz y la patria grande, ser peronista sería un derecho, en nuestros días, ser peronista es un deber», expresó desde su profundo pensamiento de mujer consustanciada con su época y su destino.

Discurso de Evita por el Día del Trabajador, 1° de mayo de 1950:

Mis queridos descamisados; descamisados de mi Patria:

Bendito sea Perón que ha sabido legar a los argentinos un 1º de mayo de júbilo, de felicidad, de dignidad nacional como el que presenciamos los argentinos de 1950, bajo la advocación del Año Sanmartiniano.

Pueblo predestinado ha de ser el nuestro que puede ofrecer a todos los países del mundo el espectáculo extraordinario de un pueblo entregado de corazón a forjar la grandeza de la Patria, alentado por los ideales de un patriota que está quemando su vida en la tarea de dar la felicidad a todos los hogares proletarios argentinos.

Hoy, los trabajadores argentinos, los gloriosos descamisados de la Patria, vienen felices a esta fiesta del trabajo, a la fiesta de Perón, porque hoy no tienen que llegar con los puños crispados como antes, cuando gobiernos egoístas los tenían sumergidos en la más oscura de las noches de la explotación.

El 1º de mayo del General Perón será el 1º de mayo de la felicidad de todos los trabajadores en este país bendito y prodigioso donde el pueblo es feliz gracias a la obra justiciera de este gran patriota, que ya ha entrado en la inmortalidad.

Hoy estamos aquí los descamisados con las autoridades, uno para todos y todos para uno, en este día de felicidad, en el que venimos a reafirmar con nuestra presencia que el General Perón y el pueblo son una misma cosa, ya que él ama entrañablemente a sus vanguardias descamisadas, felices porque les ha legado los Derechos del Trabajador, que tanto anhelaban.

Estos son los mismos trabajadores del 17 de octubre de 1945, los mismos trabajadores de todas las epopeyas históricas de nuestra patria, los que constituyen la reserva de la nacionalidad y que, con verdadero sentido de lo que es la patria, saben que el general Perón ama, trabaja y quiere como argentino.

Por eso hoy, fiesta de los trabajadores, es fiesta del peronismo. El peronismo no se aprende ni se proclama, se siente y se comprende, ha dicho Perón. Es condición de fe; nace del análisis de los hechos por la razón de sus causas y consecuencias; es dinámica hecha historia; es la conciencia hecha justicia, que reclama la humanidad de nuestros días; es trabajo, es amor, es sacrificio. Es, en suma, fe hecha partido en torno a una causa de esperanza que faltaba en la Patria, y que hoy el pueblo, en mil voces, proclama fervorosamente.

La paz que todos ambicionamos, dijo el general Perón, no vendrá sino por el camino de la justicia social y del amor entre los hombres. Ella no podrá llegar a ser realidad si la justicia social no trata de igualar la condición de todos elevando la dignidad humana, la única que puede nivelarnos a todos.

Cuando los hombres comprendan esto, que es tan simple, no habrá pueblos hambrientos en medio de la abundancia, no habrá desamparados definitivos, no habrá resentimientos interminables. La justicia social que proclamó nuestro ilustre líder, el general Perón, será una estrella en la noche de la desesperanza humana.

El peronismo y los trabajadores agrupados bajo la bandera de la Confederación General del trabajo, luchan por la igualdad de todos los trabajadores, que es el sueño del general Perón. Queremos la dignidad para cada uno de ellos por el solo hecho de ser hombres, y para eso el general Perón ha creado, como único instrumento, su doctrina social, que él genialmente ha denominado justicialismo argentino.

¿Cómo podríamos las mujeres argentinas desertar de esta causa, que es la causa de todos? ¡Nunca! Y hemos tomado nuestro puesto de lucha al lado del insigne líder de la nacionalidad, el general Perón.

Luchamos por la independencia económica, luchamos por la dignificación de nuestros hijos, luchamos por el honor de una bandera y luchamos por la felicidad de este glorioso pueblo de descamisados que fue escarnecido por la avaricia de un capitalismo sin patria ni bandera, que no ha traído sino luchas estériles y fratricidas. Luchamos, en fin, por una patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

Yo, que he tratado de ser un puente de amor entre el pueblo y el general Perón, te he visto a ti, mujer descamisada, envuelta en la dignidad del delantal, levantar tus ojos juveniles hacia el líder de la nacionalidad y decir sin palabras lo que las minorías que se llaman cultas no supieron apoyar, al defender la patria y entregarlo todo por su pueblo, que tanto se lo merece.

Te he visto a ti, descamisado de todos los octubres que hayamos de realizar, dar la vida por Perón, como él da la vida por los trabajadores al tratar de conquistar la independencia económica de vuestros hogares y la dignificación del hombre por el hombre, para legarles una patria más feliz y más grande que la que él encontró.

Yo he visto a este pueblo, a estas vanguardias descamisadas, levantar los ojos hacia el general Perón, porque no concebían el cielo sin su líder. Yo he visto a los trabajadores de la patria con su trabajo silencioso y sacrificado, apoyar ciegamente la labor patriótica del líder de los trabajadores.

Es por eso que en este 1º de mayo, quiero ser una mujer más, confundida con el corazón de mi pueblo para sentir sus latidos, para auscultar sus inquietudes y para seguir trabajando incansablemente por la felicidad de vuestro pueblo, que es el mío, mi general.

Yo no me cansaré jamás de recoger las esperanzas del pueblo argentino y ponerlas en las manos realizadoras de todos los sueños de la patria, que son las manos maravillosas del general Perón.

Nosotros, los humildes, los trabajadores, mi general, os queremos, os sentimos y os apoyamos en lo más íntimo de nuestro corazón. Para nosotros Perón es sagrado, es la Patria, y nosotros daremos gustosos una y mil veces la vida por Perón.

En este mensaje a los descamisados del 1º de mayo, vaya el cariño afectuoso de la más humilde pero la más fervorosa de todas las colaboradoras del general Perón a ustedes, a los humildes de la Patria que están aquí presentes y a todos los que me escuchan, de una mujer que sabe que tiene las dos distinciones más grandes a que puede aspirar mujer alguna: el amor de los humildes y el odio de los oligarcas.

Yo trataré de hacerme merecedora del cariño de un pueblo tan extraordinario como es el pueblo humilde de nuestra Patria; trataré de acompañarlo con la dignidad y con el honor que significa sentir los sueños y auscultar las inquietudes de nuestro líder; trataré de ser a diario un puente de amor entre ustedes y el general Perón y trataré de estrechar filas en todos los sindicatos argentinos, como lo hago siempre, como una compañera, como una hermana que trata de unir, que trata de limar asperezas y que trata que el justicialismo del general Perón se cumpla inexorablemente en nuestra Patria, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.

Como vosotros tendréis la misma inquietud y el mismo deseo que tengo yo de escuchar la palabra del líder, voy a ser muy breve y voy a deciros pocas palabras más para terminar. Quiero que veáis en esta mujer, trabajadores de mi Patria, a una amiga leal y sincera a quien no le importa quemar su vida y su juventud en holocausto de una causa tan grande como es la causa del pueblo, que tiene por guía, por bandera y por único líder al general Perón.

En esta fiesta de la nacionalidad, yo, como la más humilde de todos los descamisados, vengo a unirme a ustedes para decirle a nuestro líder, con todo el corazón, «presente mi general». Este pueblo esta dispuesto a jugarse la vida para acompañarlo y avalarlo en la patriótica empresa de lograr una Patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.

 

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