Por Maximiliano Borches. Es cierto, sólo han pasado cinco meses desde la asunción de Javier Milei, pero a la simbólica sensación negativa de que parecen pesados años, su gestión ya se torna insoportable e insostenible, por el pérfido nivel de sumisión de las mayorías populares a la pobreza, y el vasallaje absoluto hacia Estados Unidos e Israel que pretende transformar a la República Argentina en una (¿semi?) colonia.
Días pasados, Milei realizó su cuarto viaje no oficial como presidente a los Estados Unidos, donde se sacó una vergonzosa foto abrazado a la bandera de Israel (portada), delante de la insignia nacional de Estados Unidos (sin haber visitado una sola provincia argentina desde que asumió como Presidente); viaje que le costó al pueblo argentino poco más de medio millón de dólares y encima para no traer ni un sola inversión, sino algunas compras de acciones por parte de millonarios yanquis en el Merval, y la visita a aguas argentinas de una flota de guerra encabezada por el portaaviones de propulsión nuclear «USS George Washington», donde Milei aterrizará con un helicóptero de la Armada Argentina, junto a su hermana en Jefe y el ministro performance de Defensa, Luis Petri, concertando otro paso de danza dantesco y abominable para nuestra soberanía.
Una foto de época, que no deja de recordar –además- que todo esto sucede por el fracaso del último gobierno de Alberto y Cristina Fernández.
La cita que titula este artículo pertenece a Walter Benjamin, más precisamente al capítulo “Tésis VI”, de su “Tésis sobre la Historia”, escrita en 1940:
“Articular históricamente lo pasado no significa <<conocerlo como verdaderamente ha sido>>. Consiste, más bien, en adueñarse de un recuerdo tal y como brilla en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado, imagen que se presenta sin avisar al sujeto histórico en el instante de peligro. El peligro amenaza tanto a la existencia de la tradición como a quienes la reciben. Para ella y para ellos el peligro es el mismo: prestarse a ser instrumentos de la clase dominante. En cada época hay que esforzarse por arrancar de nuevo la tradición al conformismo que pretende avasallarla. El Mesías no viene como redentor; también viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza solo le es dado al historiador perfectamente convencido de que ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer.”
Por ser su destino sudamericano (aunque sienta un profundo desprecio por ello) , la identificación más directa del presidente Javier Milei, se produce con el expresidente boliviano Carlos Mesa, que gobernó ese país durante apenas dos años (desde 2003 a 2005), y en su resonada tilingueria, se lo recuerda porque hablaba mejor inglés que castellano.
En solo cinco meses de haber asumido, la dupla Javier Milei y su hermana en Jefe, Karina Milei, no solo aceleraron de manera macabra la crisis que el pueblo argentino atravesaba con el mandato de los Fernández (Alberto y Cristina), sino que ya introdujo al país en su primera etapa de depresión económica, que viene de la mano de una cada vez más creciente desocupación (se perdieron más de 200 mil puestos de trabajo privados y públicos en estos 5 meses, y a diario cierran decenas de pymes y comercios), y se prevé una caída a deflación, que terminará de destruir los salarios de los trabajadores, ya golpeados por el precio de los alimentos, alquileres, agua, gas y luz (y ni hablar de telefonía celular, clave, internet y plataformas)
A este escenario, hay que sumarle un cipayaje como no se recordaba en nuestra historia nacional desde los años ’30 del siglo pasado (para los más jóvenes, y los no tan jóvenes desmemoriados de estos tiempos, recordemos que el término “cipayo” significa: persona que sirve a los intereses extranjeros en detrimento de los de su país)
Su alineamiento incondicional hacia los Estados Unidos e Israel, lejos de beneficiar los intereses argentinos, es el resultado de una definición ideológica en un mundo que no se mueve por ideología. La Argentina es una república soberana, que debe manejarse –como siempre lo hizo- sin tomar posición por conflictos que nada tienen que ver con intereses propios, y procurando insertar sus productos en los mercados con los que ya comercia, y abrir otros para seguir expendiendo las exportaciones nacional con valor agregado.
Desde el 10 de diciembre a esta parte, esto parece un lejano recuerdo y la cotidianidad del pueblo argentino transcurre entre ajustes y caídas abruptas de grandes sectores sociales a la pobreza e indigencia. La falta -hoy- de una alternativa política es suplantada por el movimiento obrero organizado centralmente en la histórica CGT, que ya realizó dos paros nacionales. El último del 9 de mayo, con destacado éxito, ya que de manera literal la Argentina quedó paralizada.
Solo la organización vence al tiempo, y el tiempo por definición no es estático, sino que se va readecuando a los intereses del momento.
Hoy, Milei aún conserva cierta ventaja política a pesar de que no pierde la oportunidad de desguazarla. El desafío ante un gobierno que de “narco-capitalista”, solo le quedó el cartel, es la construcción de una nueva alternativa, y en lo posible, lejos de aquellas figuras que en nombre del peronismo solo intentan mantenerse en pie por la fuerza de sus propios egos, pero que flaco favor le hicieron al pueblo en estos últimos años.
El enemigo del pueblo ocupa su tiempo en entregar la soberanía nacional, y arrojar al hambre y la desocupación a millones de compatriotas. Un enemigo que también viene por la Memoria, la Verdad y la Justicia, que también apunta a las víctimas de la dictadura cívico-militar-eclesiástica y de posteriores represiones policiales en democracia.