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La decisión

Presentamos el cuento “La decisión”, escrito por Maximiliano Borches, en el marco de los homenajes por el 210 aniversario de la Revolución de Mayo.

La decisión*

Aquel 17 de mayo, la capital del Virreinato del Río de la Plata despertaba con la noticia más esperada. Manuel Belgrano, de inmediato salió a buscar a su primo, el también abogado Juan José Castelli.

-Manuel Belgrano: “Juan, tal como lo veníamos hablando, ha caído la Junta de Sevilla, ningún Rey español gobierna España. ¡Vamos, apúrate en cambiarte que nos esperan para una reunión”

-Juan José Castelli: “A ver primo (y toma la hoja escrita que llevaba Belgrano en su mano derecha)…¡caramba!, no perdamos ni un minuto.

Apenas terminó de ponerse su chaqueta, salieron rápido hacia la casa del comerciante Hipólito Vieytes. El otoño se presentaba plácido por esos días. En la orilla, las hojas de los árboles caídos se mezclaban con las aguas de ese formidable río-mar que acariciaba las costas de una Santa María de los Buenos Ayres, que a cada minuto se volvía más criolla.

En aquellas jornadas de creciente tumulto, que venían desarrollándose desde 1807 tras la victoria de las milicias criollas al mando de Cornelio Saavedra, sobre los ingleses que durante más de cuarenta días ocuparon la ciudad, el aire en el Virreynato se cortaban con cuchillo. Desde aquel momento, los criollos, y en particular sus principales referentes revolucionarios, como Mariano Moreno, Juan José Castelli, Antonio Luis Beruti y Manuel Belgrano, entre otros, habían comprendido que ya nada sería lo mismo, y que de su unidad y organización dependía el camino hacia la emancipación y el nacimiento de una nueva patria. Ellos aún no lo sabían, pero en otras regiones del continente, como México, el Alto Perú, Caracas, Bogotá y Santiago de Chile, los 300 años de dominación española, también habían comenzado a transitar su inevitable ocaso.

La reunión en la casa de Vieytes, se desarrolló bajo los estrictos protocoles de seguridad que se habían dado los revolucionarios. Un exultante Manuel Belgrano fue el encargado de dar la noticia más esperada, y a renglón seguido arengó: “No hay más Rey en España, no habrá más Virrey en el Río de la Plata. La libertad ya no solo es un sueño que compartimos, mis apreciados amigos; es la encarnación real de todos nuestros pensamientos, nuestros desvelos, nuestra mirada de futuro, que solo está a pocos pasos de convertirse en una realidad efectiva. Es momento de sumar fuerzas y convocar a un Cabildo Abierto que conforme una nueva Junta de Gobierno”.

En los días que siguieron, se llevaron a cabo los preparativos para que se convoque al Cabildo Abierto. El frenesí y la alegría de los revolucionarios, vencían con creces las faltas de horas de sueño y adecuada alimentación. El 19 de mayo, Juan José Castelli y Martín Rodríguez se reunieron con el virrey Cisneros, para luego manifestar ante los integrantes del Cabildo su petición de que se convocara a un Cabildo Abierto. En la noche del 21 de mayo, Castelli, Belgrano y Saavedra, atravesaron en silencio la Plaza de la Victoria, camino a una reunión secreta en la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Los primeros dos quieren llevar a cabo una revolución. El segundo, pretende lograr la independencia, sin embargo no quieren hablar de sus diferencias esa noche. Saben que solo unidos pueden lograr la convocatoria del Cabildo Abierto para poner fin al mandato del Virrey Cisneros.

Finalmente se logra dar el primer paso que resultará decisivo. El 22 de mayo, presionado por los criollos liderados por Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano –y sin contar, además, con el apoyo de las milicias-, el virrey Cisneros convocó la reunión de un Cabildo Abierto. El destino de medio continente comienza a dirimirse en esa reunión, donde sobresale el desbordante talento oratorio de Juan José Castelli, que entre otros aspectos plantea: propongo que se vote la siguiente proposición: que se subrogue otra autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva de los franceses y que será independiente si España queda subyugada“. Por el lado monárquico, el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostienen que los americanos deben “obediencia a los españoles”. La revolución es un sueño que se deja acariciar.

La jornada fue exitosa, los revolucionarios habían dado un paso muy importante. Sin embargo habían cometido un error: subestimar al Virrey Cisneros, quien a través de una efectiva maniobra política logró presidir la Junta, al conservar bajo su mando la comandancia de las armas. Había sido astuto, y en su trampa cayeron Cornelio Saavedra y Juan José Castelli, quienes en representación de los criollos, integraron esa junta conformada a partir del 23 de mayo.

Al día siguiente, 24 de mayo, los criollos se reunieron de urgencia en la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Los revolucionarios sabían que si no tomaban una decisión contundente, la revolución podría retrasarse más de lo previsto, o quizá sucumbir. El encargado de tomar la decisión que cambiaría la historia fue Manuel Belgrano, quien de manera categórica expresó: “¡Juro a la patria y a mis compañeros que si a las tres de la tarde del día de mañana el virrey no ha renunciado, lo arrojaremos por las ventanas de la fortaleza!”. Las cartas estaban echadas. La noche lo ocupaba todo. Faltaban apenas horas para el inicio del 25 de mayo.

*Dedicado a Jenny Rodríguez Bordagaray

 

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