El dos veces presidente, gobernador y Senador por la Rioja Carlos Saúl Menem, falleció esta mañana a los 90 años. Su deceso marca el fin de un era política. Respetuoso de la democracia, su paso por el gobierno estuvo marcado por el fin de las sublevaciones militares contra el orden constitucional y la destructiva hiperinflación que puso fin a la gestión del radical Raúl Alfonsín, que abandonó su gobierno seis meses antes de lo previsto. También, Menem fue el presidente de la convertibilidad, las privatizaciones y las “relaciones carnales” con EEUU.
El pueblo juzgó sus mandatos. Ahora, la historia hará lo propio. Pero si en algo hay consenso, es en que fue una figura clave de la reciente vida política nacional. Contradictorio y sagaz, apenas recibido de abogado, tras el golpe cívico-militar-eclesiástico de 1955, defendió a peronistas perseguidos por esa dictadura fusiladora. Cuando llegó a la presidencia, abrazó al verdugo Isaac Rojas.
La primera sorpresa política la dio en 1988 cuando le ganó la interna a Antonio Cafiero. Pocos creían posible esa victoria, sin embargo se había hecho real. El (¿des?)gobierno radical de Raúl Alfonsín hacía aguas por todos lados, la hiperinflación destrozaba la cotidianeidad de la gente común, y la amenaza golpista continuaba, a pesar de la concesión dada por Alfonsín, a través de la leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Luego vendría el «Pacto de Olivos» entre ambos referentes políticos. Carlos Menem dio punto final a esas leyes de impunidad, al declarar el Indulto a los genocidas. También puso fin a los levantamientos militares. Nunca más ocurrieron en el país.
El resto de su gestión como presidente, vive fresca en la memoria de nuestro pueblo que ya lo juzgó.
Por lo demás, los muertos en los atentados en la Embajada de Israel en Buenos Aires, AMIA y Río Tercero, continúan reclamando justicia desde la memoria y palabras de quienes no los olvidan.