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Apelando a La Biblia y en su etapa de mayor debilidad política, Cristina se puso en el lugar de Jesús y pretende convertir al PJ en un partido de «vanguardia»

Por Maximiliano Borches. A horas del cierre de presentación de listas para dirimir la interna del Partido Justicialista (PJ), principal partido político de Argentina y Latinoamérica por cantidad de afiliados y presencia en absolutamente todo el territorio nacional, la exvicepresidenta de Alberto Fernández y dos veces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, no pudo contener la furia que provoca la debilidad y frustración por no poder conducir al principal gobernador que tiene hoy el peronismo: Axel Kicillof, quien el 17 de octubre pasado encabezó un masivo acto de más de 50 mil personas en Berisso, obteniendo una importante cucarda en el universo simbólico peronista: respaldo popular, además de una notable proyección de futuro. Fuera de sí y rodeada por parte de su tropa durante una reunión en la sede del sindicato SMATA, la madre de Máximo Kirchner se refirió de manera despectiva a Kicillof afirmando: «Los Poncio Pilatos en el peronismo no van más. Ni los Poncio Pilatos ni los Judas”, sintiéndose, quizás, Jesús.

En este contexto y en las últimas tres jornadas, el gobernador Axel Kicillof pidió la unidad, su par riojano – el otro aspirante a conducir el PJ- Ricardo Quintela no pudo o no quiso avanzar en un acuerdo con CFK ya que ninguno de los dos se atendieron el teléfono, y también como señal clara de no querer conversar para lograr la síntesis, la exvicepresidenta de Fernández, y también exmandataria,  presentó su lista para competir por la presidencia del partido, y luego se tomó el tiempo para acusar de traidor al gobernador bonaerense.

La abrupta aparición de Cristina Fernández de Kirchner, tras un fugaz “operativo clamor” lanzado en redes sociales por “La Cámpora”, para competir por la conducción de un espacio político que siempre detestó, ninguneó, descartó y maltrató durante sus ocho años de presidente y sus cuatro de vicepresidente, selló su etapa de debilidad y desesperación política ante un futuro que se le presenta inevitablemente ligado al ostracismo político y solo potenciado en el afecto por el recuerdo de una pasado que es imposible de recuperar. 

El recuerdo vivo de ese pasado, para continuar liderando en el presente, solo toma potencia cuando se ejerce la conducción natural. A esto Juan Perón lo llamaba “El óleo sagrado de Samuel”, algo que CFK nunca tuvo ya que no pudo superar el techo de representación de liderazgo sectorial, y solo continúa aclamada por “La Cámpora”, Nuevo Encuentro, “Radicales K” y otros pequeños espacios de ese estilo con los que siempre y únicamente se rodeó, además de un sector al que se le podría denominar «cristinismo silvestre», personas sueltgas sin encuadramiento partidario.

Es en esta línea, donde alejándose pavorosamente de la doctrina justicialista, CFK pretende recrear al PJ en lo que antiguamente se denominaba “Partido de Vanguardia”. En la perimida y tan lejana en la historia, hoy, teoría marxista-leninista, el vanguardismo es una estrategia mediante la cual los sectores más “conscientes” y “políticamente avanzados de la clase trabajadora”, descritos como la “vanguardia revolucionaria”, forman organizaciones para atraer a sectores más amplios de la clase trabajadora hacia la “política revolucionaria”.  Es decir toda una evocación al sectarismo iluminista político. A esta teoría, Juan Perón le contestó con la “Verdad N°2”, de las “Veinte Verdades Peronistas”: “El peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular y, por lo tanto, no peronista.

Uno de las grandes contradicciones, sin embargo, de esa lógica de construcción política que siempre llevó adelante “La Cámpora” y sus satélites bajo la estricta supervisión de CFK, es que se choca contra el propio conservadurismo de Cristina, y en definitiva, solo es una artimaña política para que CFK siga alimentado su proverbial EGO, quizás uno de los más grandes y destructivos para la consolidación de una alternativa seria de poder del campo nacional y popular en todos estos años.

Cristina y su entorno nunca dejaron de hacer política ejerciedo la sumisión, la diferencia es que recién ahora varios comienzan a “verlo”, y a entenderlo, la idea de decir que “Kicillof, si no fuera por ella, ahora solo estaría dando clases en la universidad”, como se suele repetir en el microuniverso cristinista es una clara muestra de ello.

Fue tras la muerte de Néstor Kirchner que se llegó a esta instancia de inmaculada creación de una figura casi virginal y luminosa (que bien puede ser leída también como despótica), de Cristina Fernández de Kirchner, ya que hasta el momento no surgió ningún otro referente que compitiera por la conducción del peronismo. A lo largo del tiempo, y tras las cuantiosas derrotas que encabezó Cristina, el peronismo y aliados en general: 2009, 2013, 2015, 2017 y 2023, ahora sí comenzó a surgir de a poco, una figura que se atrevió a colgar un cuadro de grandes dimensiones del brigadier general Juan Manuel de Rosas en su despacho, y cuenta con dos aspectos determinantes para profundizar su camino: potencia de fuego política propia y juventud.

La renovación viene marchando desde la provincia de Buenos Aires, más allá de quien encabeza finalmente el PJ, que en definitiva, solo es la herramienta electoral del amplio y gigantesco Movimiento Nacional Justicialista.

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