La población afgana atraviesa horas de pánico y desesperación, ante la victoriosa ofensiva del oscurantismo talibán que volvió a tomar el control del país camino a conformar un Emirato Islámico, ante la incapacidad de los líderes afganos de asumir su propio destino, la corrupción generalizada y la desmoralización y la penuria del Ejército local. Veinte años de misión de combate de Estados Unidos y aliados de la OTAN, 83.000 millones de dólares invertidos en la formación de los 300.000 efectivos de las fuerzas armadas afganas, se esfumaron en el umbral de un nuevo Emirato Islámico -la denominación usada por los talibanes-, cuando el mundo apenas había logrado olvidar las atrocidades del llamado Califato del ISIS en Siria e Irak. En este contexto de caos, autoridades chinas expresaron que confían en lograr “relaciones amistosas” con los talibanes.
Las imágenes del caos y la desesperación de gran parte del pueblo afgano, recorren el mundo. Miles se hicieron presentes en el aeropuerto de Kabul para intentar huir de la manera que sea, del oscurantismo que nuevamente aterroriza: la creación de un Emirato Islámico, que reimponga las leyes medievales del ultra-islamismo en Afganistán, un país sin dudas signado por la tragedia.
En este contexto, y como parte de una disputa geopolítica de mayor alcance, las autoridades de China, que comparte 76 kilómetros de frontera con Afganistán, indicaron este lunes (16.08.2021) que quieren mantener «relaciones amistosas» con los talibanes, un día después de que entraran en Kabul y provocaran la desintegración del gobierno. China «respeta el derecho del pueblo afgano a decidir su propio destino y futuro y desea seguir manteniendo relaciones amistosas y de cooperación con Afganistán», dijo a la prensa una portavoz de la diplomacia china, Hua Chunying. «Los talibanes indicaron varias veces su esperanza de desarrollar buenas relaciones con China» explicó la portavoz, quien precisó que la embajada china en Kabul «sigue funcionando normalmente».
«China espera que los talibanes respeten sus promesas de establecer, mediante negociaciones, un gobierno islámico abierto e inclusivo. Esperamos una transición pacífica y que termine la violencia y el terrorismo», añadió Hua, que evitó responder a si China reconoce ya un gobierno de los insurgentes. «Esta guerra lleva ya más de 40 años. Pararla y conseguir la paz es a lo que aspiran los afganos, los países de la región y la comunidad internacional», dijo también, postulando a Pekín para participar en los procesos de reconstrucción en el país.
El poder chino calificó en las últimas semanas de «irresponsable» la retirada de Estados Unidos de Afganistán, al temer un guerra civil en este país vecino. Ante el riesgo de caos afgano, el poder chino inició desde septiembre de 2019 conversaciones con los talibanes. Una delegación talibán fue recibida en esa época en China.
China ha sumado también en 2016 a Afganistán a su gran proyecto de infraestructuras de las «Nuevas rutas de la seda». Pero, a falta de seguridad, las inversiones chinas han sido modestas: 4,4 millones de dólares en 2020, según el ministerio chino de Comercio.
El impacto de la ofensiva talibana en Estados Unidos:
La sucesión de errores de cálculo que un coro creciente de voces atribuye a la Administración de Biden se ha visto agravada por la falta de un plan de contingencia para una salida ordenada, según los críticos. “Un desastre sin paliativos”, ha calificado el senador republicano Ben Sasse el rápido deterioro de la situación. Miembro del comité de Inteligencia de la Cámara baja, Sasse ha culpado hoy a Biden y a su predecesor, Donald Trump, por una retirada que ha precipitado el colapso. “La Historia debe dejar claro esto: las tropas estadounidenses no han perdido esta guerra. Han sido Donald Trump y Joe Biden quienes deliberadamente decidieron perderla”, ha dicho Sasse en un comunicado. “EE UU va a lamentarlo. La inminente derrota [de las autoridades afganas] va a dañar seriamente a la inteligencia de EE UU y proporcionar a los yihadistas un puerto seguro en Afganistán, otra vez”, concluyó, poco antes de conocerse la huida del presidente Ashraf Ghani. Numerosos correligionarios de Sasse, como el congresista Michael McCaul, se han sumado a las críticas. “Vamos a volver a la situación previa al 11-S, [Afganistán] como vivero de terroristas”, dijo este último a la CNN.
El acuerdo de retirada firmado por el republicano Donald Trump con los talibanes en febrero de 2020, que establecía el pasado 1 de mayo como fecha de salida, ha atado las manos del presidente Joe Biden, según la versión de la Casa Blanca. El mandatario demócrata criticó este sábado el pacto de su antecesor, a quien culpó en parte del desastre, “por permitir al grupo [insurgente] consolidar su posición militar más fuerte desde 2001”. Mediante un comunicado publicado horas después de la caída de Mazar-i-Sharif -pero antes de la toma de Jalalabad, en la madrugada de este domingo, y la entrada en Kabul-, el presidente Biden defendió sus planes de retirada. “Tenía que elegir: o seguir el acuerdo [de Trump], con una breve extensión para sacar a nuestras fuerzas y las de los aliados con seguridad, o incrementar nuestra presencia y enviar más tropas a luchar una vez más en el conflicto civil de otro país”. Esa breve extensión concluye el próximo 31 de agosto, con ulterior prórroga hasta el 11 de septiembre, para la evacuación definitiva.
Pero a la hora de atribuir responsabilidades, en Washington muchos recuerdan la recomendación de un grupo de expertos del Congreso que este mismo año instó a Biden a obviar el límite del 1 de mayo y ralentizar la retirada de las tropas, dado que una estricta aplicación del acuerdo suscrito por Trump podría llevar a Afganistán a una guerra civil. Responsables del Pentágono secundaron esa propuesta, pero Biden no ha cedido ni un ápice en su plan, solo el despliegue adicional de 6.000 soldados para facilitar la evacuación de sus nacionales, así como la de los afganos que han trabajado para EE UU. El mandatario tiene previsto dirigirse a la nación con un mensaje sobre Afganistán en los próximos días.
Entre los lamentos y los reproches a la Casa Blanca por la precipitada salida, resuenan hoy con estruendo las proféticas declaraciones de Biden sobre el hipotético colapso de Afganistán. “No, no es inevitable, porque hay 300.000 tropas [afganas] bien equipadas, tanto como pueden estarlo las fuerzas armadas de cualquier país del mundo, y una Fuerza Aérea, frente a unos 75.000 talibanes. No es inevitable”. Lo dijo el pasado 8 de julio. “No es cierto que el Gobierno afgano vaya a colapsar”, reiteró. “Cero coincidencias con Vietnam”, apostilló ese día, un mes antes de la desbandada de los helicópteros Black Hawks y los Chinooks sobre el cielo de Kabul.
Con información de EFE/DW/AFP/NYT/El País