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Colombia: Unas elecciones amenazadas

Por Luis Fernando García Núñez ((Desde Santander, Colombia, especial para Mariano Moreno Noticias) Nada se ha dicho todavía. El maremágnum de noticias no deja tiempo para un análisis coherente y satisfactorio.

Tantos y tan variados sucesos, en los dos meses transcurridos después de las elecciones para el Congreso, solo muestran que esta asediada democracia vive uno de los más difíciles y complejos momentos de su vida republicana. Ojalá la historia lo pueda decir, le permitan a los cronistas y a los estudiosos contar cada uno de los truculentos episodios que se han vivido en estos años en que la incertidumbre, las mentiras y la represión han sido el pan de todos los días.

Los Acuerdos de La Habana, y la implementación de los mismos, han sido protagonistas de esta ya legendaria lucha por construir una paz estable, que permita el resurgir de propuestas que buscan hacer realidad el desarrollo de sectores estancados por esa larga y criminal guerra, de la que solo unos pocos sacan provecho, entre ellos el narcotráfico, la minería ilegal y, en plena connivencia, terratenientes y poderosas empresas que se van haciendo dueñas de grandes extensiones de tierra. Grupos y clanes fuertes, armados y distribuidos por buena parte de la geografía nacional, dominan rutas del tráfico de estupefacientes, negocios, contratos y recursos del Estado y han cooptado autoridades y amenazado a la sociedad. Son millones de campesinos, indígenas, afrodescendientes, líderes sociales quienes sufren persecuciones, confinamientos, desplazamientos y muerte.

El panorama no es más desolador porque no puede serlo. Está en juego el futuro no solo de los ciudadanos, sino de un Estado que vive en el peligroso abismo de convertirse en un Estado fallido al servicio de poderosos intereses imperialistas y del hampa internacional, que tanto se fortaleció en estos años de pandemia e inflación. Así, el 29 de mayo, Colombia realizará sus elecciones presidenciales.

Las cifras son demenciales, aunque el gobierno las desconozca y las considere publicidad de esa izquierda mamerta y castrochavista que las inventa. No obstante, por solo citar un ejemplo, en estos días el Observatorio de los Desplazamientos Internos y el Centro Noruego para los Refugiados, señalaron a Colombia como el tercer país con mayor número de desplazados internos del mundo durante el 2021. Los enfrentamientos con organismos internacionales como la ONU y CIDH, son otro triste ejemplo de la crisis política que vive el país.

Bien saben todos cuál es historia. Hace apenas unas semanas fue evidente el poder de esos grupos, que se han extendido por buena parte del país, y “gobiernan” según sus peculiares, y oportunistas, sentidos de la autoridad y la seguridad. Un criminal paro armado como respuesta a una rápida y urgente extradición de uno de sus muchos jefes que decidió contar cómo funcionaba ese Clan del Golfo y quiénes formaban parte de su nómina. Fueron días difíciles para cerca de 12 departamentos de los 32 que conforman la república. Quemas de decenas de carros, asesinatos selectivos, amenazas y confinamientos, balaceras y cierre de negocios.

En medio de este panorama se celebran las elecciones para presidente de la república. Todos podrán imaginar las amenazas, las declaraciones explosivas, las noticias falsas, la arremetida contra los candidatos y los colombianos que han optado por un cambio de este fracasado modelo neoliberal, narcotizado y corrompido. Podrán suponer las presiones del gobierno, las tácticas y los apoyos de unos medios de comunicación sin ética, y sin un compromiso fuerte por la verdad, inclinados por el candidato que propone la continuidad y la perpetuación del monstruoso modelo y, claro, la copiosa publicidad y propaganda oficial.

El domingo fueron los cierres de todas las campañas. Viene una semana de silencio electoral y los candidatos solo podrán reunirse en privado con sus equipos para acordar estrategias que los conduzcan a la victoria. Tendrán que fortalecer sus propuestas contra la descarada corrupción, una de las más altas del mundo, que ha destruido, por completo, la confianza de los ciudadanos en la institucionalidad, y ha creado una nueva clase social que hace derroche de riqueza y poder, y promueve con desfachatez increíble el nepotismo, los falsos judiciales, la persecución y la represión a jóvenes y líderes populares.

El panorama no es más desolador porque no puede serlo. Está en juego el futuro no solo de los ciudadanos, sino de un Estado que vive en el peligroso abismo de convertirse en un Estado fallido al servicio de poderosos intereses imperialistas y del hampa internacional, que tanto se fortaleció en estos años de pandemia e inflación. Así, el 29 de mayo, Colombia realizará sus elecciones presidenciales.

Ver:

Colombia: el triunfo consistente del progresismo plantea otro escenario político

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