Por Maximiliano Borches. No es para nada casual, que científicos argentinos hayan desarrollado el primer test de diagnóstico rápido creado por un país de Latinoamérica, denominado: Neokit Covid-19. El regreso al gobierno del peronismo, junto a sus aliados en formato Frente de Todos, no solo recuperó los ministerios de Salud, Trabajo y Ciencia y Tecnología, sino que reinsertó al país en la senda del desarrollo científico, que es uno de los ejes fundamentales para la consolidación de la soberanía. Solo aquellas políticas que garantizan la presencia del Estado, al servicio de los intereses de las mayorías populares, son las que permiten vislumbrar el futuro. La Argentina dista de ser únicamente un país “sojero”, como les gusta decir y pensar a oligarcas reciclados y su séquito de mayordomos.
A lo largo de su historia, y como el Ave Fénix, la Argentina siempre resurgió de las cenizas abandonadas por genocidas –en las etapas más oscuras de la historia nacional-, como así también en aquellas dejadas por gobiernos radicales y macrista, que por incapacidad e impericia alguno, y por convicción neoliberal y neocolonial otros, finalizaron sus mandatos (ya sea antes de lo previsto, o no), dejando tierra arrasada.
Al peronismo, siempre le tocó recoger el guante. Reiventar con lo poco que quedaba en pie, una Argentina que incluya a las mayorías. En este siempre recomenzar desde lo urgente (hambre, desocupación, atención sanitaria, educación), los gobiernos peronistas, desde el primero de Juan Domingo Perón en adelante, priorizaron el desarrollo científico-tecnológico, como una manera de consolidar estratégicamente la soberanía nacional.
Por lo tanto, no es casual que científicos argentinos que forman parte del Instituto de Ciencia y Tecnología César Milstein (perteneciente al CONICET) y de la Fundación Cassará (la mayoría de ellos formados en la prestigiosa Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires), hayan creado el primer test de diagnóstico rápido de Latinoamérica, denominado: Neokit Covid-19, no solo en el marco de la dramática crisis ocasionada por la pandemia del coronavirus Covid-19, a escala planetaria. Sino también, en medio de la peor crisis socio-económica desde el 2001, cuya herencia de tres años consecutivos de recesión ocasionada por las políticas que aplicó el empresario Mauricio Macri, provocaron la destrucción de más de 600 mil empleos formales e informales, una fuga de capitales de USD86 mil millones y una deuda insostenible que roza el 90% del PBI. En definitiva: un Estado semi-destruido.
Hoy, bajo la presidencia de Alberto Fernández, la Argentina vuelve a ser un ejemplo a nivel mundial, tras la creación del primer test de diagnóstico rápido: Neokit Covid-19. El desafío a futuro, no solo será sortear la pandemia, y analizar en qué condiciones quedará nuestro país, sino -y fundamentalmente- superar el divisionismo insípido que atraviesa al movimiento nacional y popular argentino, y retomar las bandera justicialistas, tanta veces declamadas pero tan pocas a veces llevadas a cabo, desde el pase a la inmortalidad del General Juan Domingo Perón: “Primero la patria, después el movimiento y por último los hombres”
De la creación del CONITyC a su posterior denominación como CONICET
El peronismo siempre consideró al desarrollo científico-tecnológico, no solo como prioritario y estratégico para la consolidación soberana de nuestro país, sino como política de Estado.
El profesor universitario, e integrante del Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, (FCEyN-UBA), Carlos Borches, lo explica de esta manera: “El 21 de octubre de 1946, el presidente Perón presentó ante el Congreso de la Nación el Plan Quinquenal, un detallado programa para poner en marcha la “Revolución Justicialista”.
En un extenso discurso, el mandatario se refirió a los múltiples aspectos de la vida nacional para luego brindar un conjunto de “normas fundamentales” destinadas a orientar las futuras leyes que el Congreso debería discutir. Finalmente, el ciclo de “institucionalización de la revolución” alcanzaría su cierre con una reforma constitucional que reuniera todos estos principios.
“La universidad, pese a su autonomía y al derecho a elegir a sus autoridades, ha demostrado una absoluta separación del pueblo y el más completo desconocimiento de sus necesidades y aspiraciones. La incomprensión señalada tiene origen en dos razones: una es la falta de acceso de sectores humildes a los estudios superiores y es la segunda que la gran mayoría de los profesores, por razones de formación, de edad o por su posición económica responden a un partido reaccionario”, expresó Perón al abordar la cuestión universitaria.
Las normas orientativas del Plan Quinquenal apuntaban a vincular a la universidad con la producción, favorecer el acceso a la educación superior de estudiantes provenientes de las clases populares y erradicar la actividad política de los claustros suprimiendo la participación estudiantil y sujetando los gobiernos universitarios a la administración central. Para tal efecto se impulsaba la “dedicación total del profesorado con retribuciones adecuadas”, “concursos con pruebas públicas” exigiendo “incompatibilidad de la cátedra con otras actividades”. También se consagraba la “gratuidad de la enseñanza universitaria“ y la “creación de un número de becas para costear las necesidades del becado y para resarcir en todo o en parte a la familia del perjuicio de la falta de trabajo retribuido al estudiante” (*)
Siguiendo esa línea, el 17 de mayo de 1951, el líder popular y presidente Juan Domingo Perón, creó el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITyC), a través del decreto Nº 9.695. En la primera etapa del CONITyC, se destacaron varios científicos de gran importancia, como José Balseiro, enrique Gaviola, el ingeniero nuclear Otto Gamba y el astrónomo Juan Bussolini.
En la Constitución de 1949, el Artículo Nº 37 que en un apartado dice: “El Estado encomienda a las universidades la enseñanza en el grado superior, que prepare a la juventud para el cultivo de las ciencias al servicio de los fines espirituales y el engrandecimiento de la Nación y para el ejercicio de las profesiones y de las artes técnicas en función del bien de la colectividad”
El CONITyC, fue desmantelado tras el golpe cívico-militar-eclesiástico de 1955, contra Juan Perón, y tres años más tarde, el régimen dictatorial del General Pedro Eugenio Aramburu, en su fallido afán por quitar todo rastro de peronismo en la historia nacional, crea el 3 de febrero de 1958 por Decreto Ley Nº 1291, el CONICET (que en la práctica, continúa siendo la continuación del CONITyC)
En este sentido, según lo explican Caludio Fabián Iriarte y Sergio Damián Scalise, se “deja atrás un modelo oligárquico agroexportador excluyente y se daba paso a un nuevo patrón de acumulación basado en la industrialización, como eje fundamental de la estructura socio económica”…”Teniendo en cuenta estos antecedentes y las posibilidades que brinda la coyuntura, Perón creyó oportuno e improrrogable la creación de un organismo académico que se encargue de la investigación técnica y científica para ponerla al servicio del desarrollo sostenido de la Nación” (**)
El esplendor del desarrollo científico/tecnológico nacional, en gran parte se realizó durante los gobiernos peronistas, a pesar de las constantes interrupciones democráticas del pasado siglo XX. Desde luego, no se puede desmerecer el glorioso período del primer lustro de la década del ´60, finalizado en parte en 1966, cuando otro dictador, Juan Carlos Onganía, llevó a cabo la represión conocida como: “Noche de Bastones Largos”.
En las últimas décadas, y al igual que en otras áreas como la social, económica y productiva, los gobiernos peronistas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, volvieron a revalorizar y potenciar la ciencia y tecnología nacional, hasta el breve –y muy dañino- intervalo macrista/radical de la alianza Cambiemos . La puesta en órbita de los satélites ARSAT, durante el gobierno de Cristina, es solo una muestra contundente de ello.
Hoy, bajo la presidencia de Alberto Fernández, la Argentina vuelve a ser un ejemplo a nivel mundial, tras la creación del primer test de diagnóstico rápido: Neokit Covid-19. El desafío a futuro, no solo será sortear la pandemia, y analizar en qué condiciones quedará nuestro país, sino -y fundamentalmente- superar el divisionismo insípido que atraviesa al movimiento nacional y popular argentino, y retomar las bandera justicialistas, tanta veces declamadas pero tan pocas a veces llevadas a cabo, desde el pase a la inmortalidad del General Juan Domingo Perón: “Primero la patria, después el movimiento y por último los hombres”.
Notas:
* La Ménsula nº 009 (2009-08). Ciencias y universidad en el primer peronismo. Baña de Schor, Beatriz; Borches, Carlos. Universidad de Buenos Aires. Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. http://www.fcen.uba.ar/decaysec/segbe/historia/lamensula/La_mensula[9].pdf
**Iriarte, Claudio Fabián; Scalise, Sergio Damián (2008). «Perón y la ciencia (el CONITYC, primera experiencia de planeamiento de estructuras científicas y tecnológicas del estado argentino)». En I Congreso de Estudios sobre el Peronismo, Red de Estudios sobre el Peronismo, ISSN 1852-0731. Recuperado de http://redesperonismo.org/articulo/peron-y-la-ciencia-el-conityc-primera-experiencia-de-planeamiento-de-estructuras-cientificas-y-tecnologicas-del-estado-argentino/