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Día de la Militancia Peronista: una evocación de la mística del retorno en tiempos donde está en juego la Patria

Por Maximiliano Borches. Este 17 de noviembre el universo peronista celebra el “Día de la Militancia Peronista”, en conmemoración al primer regreso del líder popular Juan Domingo Perón, en 1972, tras casi dieciocho años de exilio forzoso y la consagración de la victoria estratégica de la Resistencia Peronista, que comenzó a operar para el retorno del principal líder popular de la historia argentina, apenas consumado el golpe cívico-militar-eclesiástico del 16 de septiembre de 1955. Tras los fracasos superyoicos de quien hoy se empeñó en ser la presidenta de un partido que siempre detestó: el Justicialista, y de los intentos por transformar al Movimiento Nacional Justicialista en un partido socialdemócrata, el peronismo no tiene que hacer “autocrítica”, debe volver a su origen doctrinario, y actualizar lo que resulte necesario actualizar hoy, en un nuevo mundo donde no solo el movimiento obrero organizado (pilar del peronismo) ya no es el sujeto de transformación histórica, sino donde además, un grupo de súper-millonarios tienen más poder económico que decenas de estados juntos, y controlan no solo los medios de comunicación, sino las comunicaciones en general, entre ellas las anestesiantes y embrutecedoras redes sociales.

El destino de la Argentina y los derechos conquistados por su pueblo, atraviesan hoy el mayor peligro desde que se recuperó para siempre la democracia en 1983. En gran medida, este presente de espanto y la configuración del futuro como amenaza directa, y no como proyección de esperanzas, están íntimamente ligadas al corrimiento ideológico del Movimiento Nacional Justicialista -al peronismo en general-, que comenzó a dejar de lado su doctrina, allá por fines de 2010, y lo fueron convirtiendo de a poco en una especie de Frankenstein político, con tendencia suicida a la socialdemocracia y que en su concepción de fuerza política transformadora, giró bruscamente a una fiesta de reivindicaciones sectoriales y representativa solo de minorías, dejando de lado el espíritu colectivo integral que de manera determinada caracterizó a este movimiento desde que fue creado por Juan Domingo Perón.

De ahí en adelante todo fue derrota. Y puntualmente, la última experiencia de un peronismo de estilo “delarruista” encabezado por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, abrió las puertas del aquelarre neoliberal sediento de sangre, cuyo principal proyecto es convertir a la Argentina en un Portaaviones de los Estados Unidos en América del Sur, para realizar el segundo gran saqueo de recursos naturales de la historia de este continente, que digamos de paso, ya está en marcha.

El desafío hoy de la militancia peronista, junto a los sectores que cada vez más comienzan a identificarse con los intereses nacionales, como así también con aquellos que integran el universo progresista, es fortalecer la organización en cada barrio, cada comedor, cada establecimiento de trabajo, cada universidad, cada escuela, cada ciudad y cada provincia de la maravillosa Argentina, sustentado en la doctrina justicialista y sus “veinte verdades” adaptadas las que sean necesarias al presente, para cuando truene el agotamiento convertido en tiro del final de este proyecto de destrucción de la Argentina, que encabezan Javier Milei, su hermana en jefe, Karina Milei, Mauricio Macri y como damas de compañía, gran parte de la Unión Cívica Radical (todos juntos como en un especia de esa “Unión Democrática”, que en 1945 apoyaba al embajador estadounidense Spruille Braden)

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A las 11.20hs de aquel 17 de noviembre, el General aterrizó en Ezeiza, a bordo de un DC-8 de la compañía Alitalia en el que viajaban 154 hombres y mujeres, entre ellos, 22 presidentes provinciales del Partido Justicialista y del distrito capital, miembros retirados de las Fuerzas Armadas, de la Confederación General del Trabajo, las 62 Organizaciones, empresarios, ex funcionarios y legisladores, científicos y artistas. Todos, acompañaban al líder de los trabajadores argentinos en su regreso a la Patria.

Bajo una copiosa lluvia, el ex presidente pisaba suelo argentino acompañado por el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, en una imagen que quedó inmortalizada. Luego, el general Perón fue retenido en el Hotel de Ezeiza hasta la madrugada del día siguiente cuando fue liberado y se dirigió a la casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López.

Permaneció en Buenos Aires 29 días y volvió a irse a España, de donde retornaría definitivamente el 20 de junio de 1973, de la mano del presidente justicialista electo Héctor Cámpora, quien renunciará a su cargo para que Perón pudiera asumir, luego de elecciones abiertas, su tercera y última presidencia.

Cuando el líder popular Juan Domingo Perón, pisó tierra argentina tras dieciocho años de exilio forzoso, la dictadura encabezada por Alejandro Lanusse comprendió que había llegado su final. El gobierno dictatorial  anunció que las elecciones se llevarían a cabo el 11 de marzo de 1973, y el 25 de mayo de ese mismo año se realizaría la entrega del poder al gobierno elegido por el pueblo.

Con el regreso de Perón a la Argentina no solo se ponía fin a la “Resistencia Peronista”, que desde 1955 mantuvo viva, junto al movimiento obrero organizado, las organizaciones barriales de base y esa “juventud maravillosa” que había escuchado sobre Perón y Evita en sus casas paternas, pero no lo había visto por una simple diferencia generacional. También regresó la democracia, ya que por primera vez desde el golpe cívico-militar-eclesiástico del ’55, se levantaba la proscripción que pesó sobre la principal fuerza política de la Argentina: el Partido Justicialista. Desde entonces y hasta 1973, solo hubo dos experimentos de gobiernos civiles, que pudieron ganar elecciones gracias a la proscripción del peronismo: los dos Arturo radicales: Frondizi e Illia.

Texto de la carta escrita por el general Juan Domingo Perón a los peronistas, un día antes del retorno al país el 17 de noviembre de 1972:

«Compañeros peronistas:

Pocos podrán imaginar la profunda emoción que embarga a mi alma, ante la satisfacción de volver a ver de cerca a tantos compañeros de los viejos tiempos, como a tantos compañeros nuevos, esa juventud maravillosa que, tomando nuestras banderas para bien de la patria, están decididos a llevarlas al triunfo.

También como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora, que dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra. Vuelvo al país después de 18 años de exilio, producto de un revanchismo que no ha hecho sino perjudicar gravemente a la Nación. No seamos nosotros colaboradores de tan fatídica inspiración.

 Nunca hemos sido tan fuertes. En consecuencia, ha llegado la hora de emplear la inteligencia y la tolerancia, porque el que se siente fuerte, suele estar propicio a prescindir de la prudencia.

El pueblo puede perdonar porque en él es innata la grandeza. Los hombres no solemos estar siempre a su altura moral, pero hay circunstancias en que el buen sentido ha de imponerse. La vida es lucha, renunciar a ésta es renunciar a la vida, pero, en momentos como los que en nuestra Patria se viven, esa lucha ha de realizarse dentro de una prudente realidad.

Desde que todos somos argentinos, tratemos de arreglar nuestros pleitos en familia porque si no, serán los de afuera los beneficiarios.

Que seamos nosotros, los peronistas, los que sepamos dar el mejor ejemplo de cordura. Hasta pronto y un gran abrazo para todos».

(Juan Domingo Perón)

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