Por Rodolfo Fijman. En plena cruzada punitiva contra los miles de asistentes a la marcha de jubilados, a quienes el relato oficial definió como “barras bravas” en su estrategia de construcción de un “enemigo interno” que justifique la represión y el autoritarismo, el ministro de Justicia de Nación, Mariano Cúneo Libarona –uno de las principales artífices de este relato- ofició de abogado defensor de varios barras bravas, entre ellos 9 pertenecientes al Club Racing que asesinaron a Gustavo Rivero (un hincha de Independiente de 22 años) en 2002. Cúneo Libarona hoy se refiere a los manifestantes como “barras bravas” y cuestiona a la jueza Karina Andrade por haber ordenado la liberación de 114 detenidos sin causa tras la brutal represión del miércoles último, también fue abogado de condenados por narcotráfico, como Mario Segovia, llamado “el rey de la efedrina”, hombre fuerte del negocio de la droga en Rosario antes de la irrupción de Los Monos, y el exintendente fallecido de Paraná Sergio Varisco sentenciado a seis años y medio de prisión por comercialización de estupefacientes. Además, representó al abogado Mateo Corvo Dolcet, acusado de haber lavado dinero del narcotráfico colombiano.
En un artículo publicado en el diario Clarín el 20/10/2003, titulado: “Nueve barrabravas acusados de un crimen gozan de prisión domiciliaria”, se relata el beneficio recibido por nueve barrabravas de Racing, procesados por el homicidio del hincha de Independiente Gustavo Rivero, de 22 años y heridas a otros 16 jóvenes, que en ese momento había sido derivados al Hospital Finocchietto.
«Todo cambió cuando entró (Mariano) Cúneo Libarona como abogado. El juez, que venía trabajando bien, se dio vuelta y los mandó a todos a sus casas. Nos cayó bastante mal la noticia. Además, los testigos empezaron a decir que tenían miedo de declarar», dice, entre resignada y furiosa, Inés, madre de Gustavo Rivero, el hincha de Independiente asesinado en una emboscada de la barra de Racing el 17 de febrero del 2002, un rato antes del clásico por el Clausura.
Alberto Rivero, el padre, agrega: «Si hubiéramos tenido un juez como Bergés (que investiga los incidentes entre los barras de Chacarita y Boca) hoy todos estarían en la cárcel y se habría cortado la violencia en el fútbol», narra el artículo del “Gran diario argentino”.
Por eses entonces, los nueve barrabravas de Racing procesados por homicidio, asociación ilícita y tenencia de armas de guerra, defendidos por el actual ministro de Justicia de los hermanos Milei, fueron beneficiados por el juez penal de Lomas de Zamora Javier Maffucci con prisión domiciliaria.
Es de destacar que hasta principios de ese año (2003) los barrabravas defendidos por el abogado Rubén Resnik, estaban todos en la cárcel y la causa avanzaba. Luego, con la irrupción de Mariano Cúneo Libarona -que no siempre firmaba en persona los escritos- el juez comenzó a rechazar los pedidos del fiscal, con quien, hasta entonces, tenía buena sintonía.
En otra parte del artículo citado se destaca que: “Una de las consideraciones para otorgar la prisión domiciliaria son los antecedentes. Y uno de los beneficiados es Héctor «Jaimito» Heredia, quien cuenta con 172 delitos y contravenciones vinculados a la violencia en el deporte, según Solís. «En realidad hacen lo que quieren y creemos que hasta van a la cancha. Es que el juez les prohíbe salir, excepto en caso de urgencia médica. Y aclara que eso lo deberán notificar después de haber salido. Si los encuentran en la calle, pueden decir que iban al doctor.»
Como los barrabravas se habían declarado «indigentes», la pregunta que nunca tuvo respuesta fue quién le pagó los cuantiosos honorarios a Cúneo Libarona, que como abogado supo defender a personajes como Emir Yoma, el cuñado de Carlos Menem. Por ese entonces, algunos se animaron a decir que cobraba de Daniel Lalín, el ex presidente de Racing, pero nunca se comprobó.
Por estos días, cuando la Argentina parece haber retrocedido a oscuras épocas que se pensaban superadas, donde la persecución política e ideológica vuelve a imponerse amplificada por el poder de fuego de los principales medios masivos de comunicación, que a coro repiten el relato oficialista de los nuevos “enemigos internos”, en una resignificación notable del discurso clásico del fascismo, y del macartismo, donde la palabra “zurdo” (como la palabra “kirchnerista”) intentan naturalizarse como sinónimo de barbarie, el pasado directo del actual ministro de Justicia de la Nación, choca de lleno con su presente edulcorado de “defensor de la justicia y los buenos valores”, de un Gobierno que comienza a desangrase a fuerza de corrupción, estafas, represiones y un profundo desprecio por el pueblo que gobierna.