Por Maximiliano Borches. Tras el golpe de Estado cívico-militar-eclesiástico contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón, en 1955, la Argentina comenzó una lamentable etapa de decadencia económica, social y cultural. En ese contexto, el 9 de junio de 1956, el general Juan José Valle encabezó un levantamiento de militares y trabajadores peronistas. Veintisiete patriotas fueron fusilados por los represores Pedro Eugenio Aramburu (ajusticiado años más tarde) e Isaac Rojas. Nacía la Resistencia Peronista, que durante 18 años mantuvo vivo el ideario justicialista, superando la proscripción impuesta por militares golpistas y fugaces gobiernos radicales.
El golpe de Estado cívico-militar-eclesiástico del 16 de septiembre de 1955, contra el gobierno democrático de Juan Domingo Perón, comenzó con el criminal bombardeo sobre Plaza de Mayo, el 16 de junio de 1955, y finalizó tres meses después, con la apropiación de la palabra “LIBERTAD” (“Revolución Libertadora”), por parte de los integrantes de los militares golpistas, la cúpula de la Iglesia Católica y los cómplices radicales, socialistas, comunistas y conservadores, que desde 1946 habían conformado la nefasta “Unión Democrática”.
Una vez consumado el golpe de Estado, que el líder popular Juan Perón evitó se transformara en guerra civil, que hubiese tenido consecuencias similares a la desarrollada en España durante los años ´30 (“Entre la sangre y el tiempo, elijo tiempo”, afirmaba el General), el 9 de marzo de 1956 el militar golpista Pedro Eugenio Aramburu, firmó el Decreto-Ley Nº 4161: “Se decreta que queda prohibido en todo el territorio de la Nación: La utilización con fines de afirmación ideológica peronista o de propaganda peronista –de las imágenes de símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan ese carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales, (…). Se considera violatorio de esta disposición, la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o de sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones peronismo, justicialismo, justicialista, tercera posición (…..) el artículo 3 establece: que a quienes infrinjan este decreto les corresponde de 30 a días a 6 años de prisión”.
Allí comenzó a escribirse una de las páginas más heroicas de la historia nacional reciente: el surgimiento de la Resistencia Peronista.
Los patriotas fusilados
El soldado Blas Closs, el infante de marina Bernardino Rodríguez y el inspector de policía provincial Rafael Fernández son muertos a causa de la insurrección, en tanto que la represión se cobra la vida de Ramón Raúl Videla, Carlos Irigoyen, Rolando Zaneta y Miguel Angel Mouriño. La nómina más extensa y siniestra, sin embargo, no es la que integran los muertos de ambos bandos caídos en combate sino, por el contrario, la de quienes fueron fusilados luego de haber sido detenidos. El fusilamiento de Valle el 12 de Junio en la penitenciaria de la calle Las Heras, en efecto, era sólo la culminación de un baño de sangre.
El 10 de Junio, en Lanús, habían sido ejecutados el teniente coronel José Albino Irigoyen, el capitán Jorge Miguel Costales y los civiles Dante Hipólito Lugo, Clemente Brauls y Osvaldo Alberto Albedro.
En la misma fecha, pero en los basurales de José León Suárez, habían corrido la misma suerte Carlos Alberto Lizazo, Nicolas Carranza, Francisco Garibotti, Mario Brión y Vicente Rodríguez, cinco ciudadanos algunos de los cuales no tenían ni idea, siquiera, de que horas antes se había producido un reducido levantamiento.
El 11, en tanto, fue el turno de los militares. El teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno fue muerto en La Plata, mientras que en campo de Mayo eran fusilados los coroneles Eduardo Alcibíades Cortines y Ricardo Santiago Ibazeta, los capitanes Néstor Dardp Cano y Eloy Luis Caro, el teniente primero Jorge Leopoldo Noriega y el Teniente de banda Nestor Marcelo Videla.
Son siete los suboficiales -cuatro e la escuela de Mecánica del Ejercito y tres en la Penitenciaria- que completan la macabra lista de ese día: Hugo Eladio Quiroga, Miguel Angel Paolini, Ernesto Garecca, José Miguel Rodríguez, Luciano Isais Rojas, Isauro Costa y Luis Pugnetti.
El 12, en tanto, al igual que Valle pero en La Plata, le llegaría el turno al subteniente de reserva Alberto Juan Abadie.
En ese marco, el 9 de junio de 1956, con el apoyo trabajadores peronistas se produjo el levantamiento encabezado por el general Juan José Valle, bajo la siguiente proclama: “No nos guía otro propósito que el de restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror y la violencia en el poder”.
El movimiento había sido infiltrado y fue rápidamente abortado por los dictadores, quienes decidieron dar un castigo ejemplificador y brutal. El mismo 9 de junio, Valle y sus seguidores, fueron asesinados por orden directa de Pedro Eugenio Aramburu (que años más tarde sería ajusticiado) e Isaac Rojas. Pero además en la oscuridad de esa noche se produjeron los fusilamientos clandestinos de civiles peronistas perpetrados en una zona de basurales de José León Suárez, provincia de Buenos Aires.
Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, veintisiete civiles y militares peronistas fueron ejecutados.
A partir de ese momento, el pueblo peronista bautizó a la dictadura autodenominada “Revolución Libertadora”, con el nombre que mejor la representaba: “Revolución Fusiladora”.
Lejos de amedrentar al pueblo, provocó una silenciosa rebelión nacida en la raíz más profunda de su dignidad justicialista. Nacía como clamor popular, la Resistencia Peronista.
Carta escrita por el general Juan José Valle, horas antes de ser fusilado:
“Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.
”Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
”Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
”Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
”La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
”Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
”Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
”Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.”
Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.