En los últimos dos días fallecieron dos de los más grandes exponentes del pensamiento y las letras argentinas contemporáneas. El último domingo, y a causa de un infarto, falleció a los 61 años el escritor, traductor y editor Juan Forn. Este martes, y a causa del maldito coronavirus, murió a los 77 años el sociólogo, escritor y ex director de la Biblioteca Nacional, Horacio González.
El reconocido sociólogo, docente, investigador ensayista, Horacio González, falleció este martes 22 de junio a los 77 años. El exdirector de la Biblioteca Nacional estaba internado en un sanatorio porteño luego de dar positivo coronavirus, y haber estado internado durante 34 días en una clínica porteña.
González, quien estaba a cargo del departamento de publicaciones de la Biblioteca Nacional, fue ingresado el 19 de mayo a la noche en el sanatorio Güemes tras dar positivo de Covid19 y su salud había desmejorado en los últimos días. «En la dura pelea contra el Covid y sus consecuencias, hoy Horacio González está más frágil: tuvieron que volver a colocarle el respirador y está sedado», había escrito en Facebook el 11 de junio último su pareja, la intérprete Liliana Herrero.
Juan Forn
El legado del escritor, traductor y editor Juan Forn, que falleció este domingo a los 61 años tras sufrir un infarto, tiene tantas ramificaciones como los múltiples oficios ligados a la escritura que desempeñó y lo convierten en simultáneo en el autor de un corpus narrativo insuperable integrado por obras como «Frivolidad», «María Domecq» y «Nadar de noche», en el gran descubridor de narradores como Rodrigo Fresán, Mariana Enriquez o Camila Sosa Villada, y en el artífice de una saga de crónicas que sintetizan su poder de captación de una realidad que siempre eligió narrar por fuera de la coyuntura o la obviedad.
Escritor, traductor, editor, fundador del Suplemento Radar, columnista de Página/12 y actualmente director de la colección Rara Avis de editorial Tusquets, Forn se transformó en un nombre insoslayable de la literatura argentina con su novela «Corazones cautivos más arriba» (1987), aunque su consagración llegó cuatro años más tarde con la antología de relatos «Nadar de noche», donde se destaca el potente relato homónimo en el que rinde cuentas con la figura ausente de su padre.