Por Maximiliano Borches. En el epílogo de su mandato -y de su carrera política- el empresario-presidente, Mauricio Macri, se transformó para millones de argentinos en la fatalidad más grande de nuestra historia democrática. Superando, por los efectos devastadores de sus políticas a mediano y largo plazo, al olvidable presidente radical, Fernando De La Rúa, de quien recicló gran parte de su gabinete y estructura política. Sin chances de ser reelecto, y ante las puertas de una estrepitosa derrota en las elecciones generales, su caída se debe fundamentalmente a la calamitosa situación económica que atraviesan las mayorías, y no a una toma de conciencia popular. La batalla cultural tendrá su oportunidad de profundizarse en los próximos años, sin dogmatismos sectarios.
El escritor, periodista y pensador, Jorge Asís, afirma que “en Argentina, el peronismo no sólo es una cultura, es un destino”. Siguiendo esta lógica, se podría entender porque Mauricio Macri eligió a un peronista, Miguel Ángel Pichetto, como compañero de fórmula presidencial, a pesar de que no se entiende porque éste aceptó. Análisis que no es motivo de esta nota.
El empresario-presidente, Mauricio Macri, es más que un error histórico. Es la dramática consecuencia del pensamiento cortoplacista argentino. En su momento de esplendor político, no sólo encandiló con su pinta de “niño bien y canchero”, sus ojos claros y su joven mujer, a lo más rancio del inconsciente colonizado y atravesado por el auto-odio de clase, de un importante sector del entramado popular.
También, suscitó ese mismo tipo de encanto alienado que provocan las producciones televisivas de Adrián Suar para el Grupo Clarín, en vastos sectores de esa nueva clase media que comenzaba a surgir gracias a las políticas de inclusión de Néstor y Cristina Kirchner. Quienes accedieron a un mayor confort de vida (que en lo concreto es un derecho adquirido), y que por lógica no debieron nunca votar a la alianza Cambiemos, por la amenaza, finalmente demostrada hoy para ojos que volvieron a ver, prefirieron festejar al verdugo. Estos sectores incluyen profesionales, ciertos representantes sindicales, y empleados que accedieron a un mejor consumo en el marco de políticas desarrolladas en un Estado inclusivo. En síntesis, lo que con sencillez y demoledora profundidad, Evita llamaba “piojo resucitado”.
Hoy, ya nadie duda de los efectos devastadores de las políticas económicas aplicadas por el gobierno de coalición PRO-UCR-ARI, en Cambiemos. Muchos periodistas, comunicadores, figuras públicas, como así también montones de esos que Evita definía con sencillez demoledora, “piojo resucitado”, abandonan el barco en el que siempre les gustó navegar, a pesar de que –en muchos casos- nunca los dejaron subir a cubierta.
Sin lugar a dudas, la dupla Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, gobernará el país por los próximos cuatro años, como lo harán Axel Kicillof-Verónica Magario, en la provincia de Buenos Aires por decisión de la voluntad popular, cuyo piso de votos quedó claramente expresado tras las PASO del pasado 11 de agosto.
El equipo de CEO´s convertido en funcionarios públicos, que por ahora siguen formando parte de la alianza Cambiemos, dejan tierra arrasada tras su bestial paso de Atila neoliberal. El esfuerzo para poner nuevamente en pie, lo que el general Perón definía como las “Bases materiales y espirituales de la Nación” (la industria y el pueblo, respectivamente) va a ser enorme y no exento de sacrificios.
Casi finalizado otro ciclo neoliberal, el pueblo argentino volverá a transitar por el camino que nunca tuvo que haber abandonado, el del crecimiento con inclusión social: referencia máxima del peronismo, “ese destino de la Argentina”, como bien sintetiza el escritor, periodista y pensador, Jorge Asís.