Por Maximiliano Borches. En solo siete días, finaliza el peor gobierno desde que nuestro pueblo recuperó – para siempre- la democracia en 1983. El dramático paso de la alianza Cambiemos en estos cuatro años, superó a las peores experiencias socioeconómicas de nuestra historia reciente: hiperinflación, flexibilzación laboral y la destrucción de la Economía marcada a sangre y fuego por el fallecido presidente radical, Fernando De La Rúa. El macrismo deja a más de millón de compatriotas sin trabajo, más de 25 mil pymes cerradas, la sustitución de la mesa familiar por comedores y merendero, impagables tarifazos, exclusión de millones a remedios y servicios de salud, y un esquema de persecución político-mediático judicial a referentes políticos y sociales, inédito en nuestro país. Se torna necesario identificar el origen de la tragedia, para que no vuelva a repetirse.
Cuando en un futuro próximo se estudien las consecuencias políticas, económicas, sociales y culturales, de éstos cuatro años de gobierno encabezado por el empresario-presidente, Mauricio Macri, como así también el de su (¿ex?) delfín político, María Eugenia Vidal, en la provincia de Buenos Aires, sin dudas serán definidas en una sola palabra: Caos, cuyo origen etimológico se torna pertinente conocer en éstos tiempos: derivada de la palabra griega “Kahos”, ésta se utilizaba para referirse a un “abismo profundo y oscuro”.
Literalmente, en un abismo profundo y oscuro, queda la Argentina. Si bien no es motivo de este artículo realizar una estadística exhaustiva de la situación en que queda cada uno de los sectores que integran las bases “espirituales y materiales de la Nación”, como solía decir el General Perón (el pueblo y los sectores productivos, respectivamente), sí, se torna necesario comenzar a ubicar el origen de la tragedia, para que se alimente con el tiempo de nuevos pensamientos. Indudablemente, a la Historia, para que no se repita, hay que leerla.
La llegada del macrismo al gobierno, fue también el resultado de las crisis internas que vivía el peronismo allá por 2015, en conjunto con las miserabilidades de sectores de peso de cierto sindicalismo tradicional, con algunos otros de la política, que rápidos de reflejos antepusieron sus intereses sectoriales e individuales, por encima del interés colectivo.
Esos mismos sectores, hoy vuelven a colgar en las paredes de sus oficinas la foto de la dos veces presidenta, y vicepresidente electa, Cristina Fernández de Kirchner, que el pasado lunes dio una clase magistral sobre como opera el lawfare (guerra jurídica), dejando en ridículo a la corporación judicial y mediática, que en los últimos ocho años, no hizo más que ensuciar su nombre e intentar –sin éxito- ensombrecer su prestigio.
Si bien es cierto que el juego de alianzas y conspiraciones, es parte esencial de la actuación política, no deja de ser menos cierto aún, que la nueva etapa política que se abre a partir del próximo 10 de diciembre, debe estar acompañada por un necesario trasvasamiento generacional, que logre resignificar la Doctrina Justicialista, único cuerpo de ideas a nivel mundial surgido en el siglo XX, que continúa vigente en el siglo XXI.