Por Maximiliano Borches. Es probable, aunque contrafáctico desde ya, que ni el propio Ramón del Valle Inclán, creador de la concepción literaria denominada “esperpento”, hubiera imaginado que la deformación trágicamente grotesca de la realidad política argentina engendraría un presidente como Javier Milei, en el año que se conmemoró el 40° aniversario de la recuperación para siempre de la democracia.
Irascible, superfluo, bruto, mesiánico, autoritario, soberbio, megalómano, mentiroso, poseedor de un profundo desprecio por el ser humano en general (salvo su íntima corte), y del pueblo argentino en particular, la transformación de este ex panelista de TV en Presidente de la Nación se dio en un contexto global favorable a la irracionalidad, la banalidad extrema, la estupidez como contracultura y el espanto disfrazado de “likes”, “memes” y “corazoncitos” lanzados al mar de las redes sociales.
Tomando en cuenta que la verdadera política es la política internacional, y a modo de ejemplo para contextualizar lo anómalo del inquilinato de Milei en Casa Rosada, podemos citar las presencias en los respectivos Ejecutivos del estadounidense Joe Biden; la del próximo presiente de ese país ubicado al norte de América, Donald Trump; de Volodímir Zelenski en Ucrania; de Giorgia Meloni en Italia; en su momento la de Jair Bolsonaro en Brasil, como también la presidencia de Nayib Bukele en El Salvador. Todos ellos esperpentos.
Definición de esperpento, según la Real Academia Española (RAE):
- m. Persona, cosa o situación grotescas o estrafalarias. “Estás hecho un esperpento con esa chaqueta de tu padre.” Sinónimos: adefesio, extravagante, ridiculez, disparate, desatino, espantajo, mamarracho.
- m. Concepción literaria creada por Ramón M.ª del Valle-Inclán hacia 1920, en la que se deforma la realidad acentuando sus rasgos grotescos.
- m. Obra literaria acorde con el esperpento.
Sin embargo, uno de los principales aspectos que dio origen a la llegada triunfal del esperpento al Gobierno, y todas y cada una de las dramáticas consecuencias que se viven desde entonces: el cierre de más de diez mil pymes, decenas de miles de comercios en crisis o cerrados, tarifazos, aumento sideral del precio de la comida, alquileres, salud y educación –para los sectores que pagan por salud y educación privada-, desguace del estado, congelamiento de políticas sociales, educativas y de salud públicas, desocupación imparable que ya ronda los dos dígitos, una política exterior solo puesta al servicio de los Estados Unidos e Israel y de rupturas con países de la región y otros con los que siempre negoció la Argentina, destrucción sistemática del entramado industrial nacional y el parate abrupto de la obra pública, entre otros puntos y a solo siete meses de iniciada su gestión; se encuentra íntimamente relacionado (el desembarco del esperpento en Casa Rosada que deciamos) con la suma de los fracasos políticos anteriores, y sin dudas con los cambios de paradigmas sociales y generacionales que son fuertemente acompañados por la revolución tecno-comunicacional del presente siglo XXI.
La sumatoria de fracasos políticos que comenzó a darse desde el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner (tanto por errores propios, como en gran medida por ser el centro de una campaña mediático/política sistemática que finalizó triunfando en el inconsciente de millones de argentinos de a pie, logrando que detesten a quien defendía sus intereses y que vean con buenos ojos a sus propios verdugos), y que luego se acumularon a los de los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, terminó por destruir el lazo de la sociedad con la “política clásica”, es decir, con los partidos políticos tradicionales y sus formas de construcción y elaboración de mensajes, arrojando a millones a una especie de “desamparo” político.
A partir de allí todo comenzó a ser una permanente exteriorización de furias, broncas contenidas, insultos a granel y desquites violentos que la sociedad venía conteniendo, y que el esperpento (Javier Milei) supo canalizar como ninguno a través de su icónica imagen con la motosierra.
En este punto, es de destacar que simbólicamente, cada vez que enciende esa máquina, el alocado esperpento hoy Presidente, pretende emular a “Leatherface” (el villano de la película «La matanza de Texas», de 1974), que durante todo el film utiliza una máscara creada por su mismo protagonista, elaborada con piel humana para ocultar su rostro y, además, cuando asesinaba a sus víctimas utilizaba los huesos para construir muebles; o a «Bunnyman», (el personaje de la película que lleva el mismo nombre, de 2011); un asesino psicópata que va por la vida disfrazado de conejo, debido a que cuando era joven fue una persona odiada por la sociedad, hasta que un día fue adoptado por una familia de asesinos.
En manos de Milei (el esperpento), la motosierra transmite un sentido de peligro y violencia. C. Paul Sellors, autor del libro “Film Authorship”, explica que: “La motosierra se convirtió en un símbolo icónico del horror después de su aparición en La matanza de Texas de 1974». «La motosierra es una metáfora visual para la brutalidad y la destrucción, que se utiliza a menudo en la literatura y el cine para representar la violencia extrema y la locura”.
En un contexto geopolítico de múltiples conflictos globales donde las principales potencias codician cada vez cada palmo de los recursos naturales del planeta (de los que Argentina tiene varios y en cantidades considerables), donde vuelve a emerger una potencia que le disputa el liderazgo planetario a los Estados Unidos (China), Rusia otra vez es un actor relevante, las llamadas “economías emergentes” que comparten el espacio BRICS se proyectan como el nuevo multilateralismo con grandes chances de controlar enormes porciones del comercio mundial, Europa entra de a poco en una gran crisis, y –especialmente- los nacionalismos vuelven a resurgir con sus respectivas políticas proteccionistas (Trump), las políticas ultra neoliberales en lo económico, aunque conservadoras y represivas en lo político que pretende imponer el esperpento, no solo aíslan estratégicamente a la Argentina, sino que de seguir por este camino, acelera un peligroso escenario donde el pueblo hará tronar el escarmiento.
Gran parte de la responsabilidad en momento de tantos traidores, tibios y desorientados, es de los sectores opositores, y del peronismo en particular y el resto de las fuerzas políticas aliadas, quienes por ahora poco hacen para elaborar una estrategia de poder alternativo y prácticamente nada hacen para volver a enamorar a la población, y solo se muestras en tristes y liliputienses “internitas” que nada tiene que ver con el dolor y las necesidades inmediatas del pueblo. Hace varios años ya que el peronismo dejó de ser peronista.
Esto último, sigue siendo la fortaleza del esperpento en Argentina.