El pintor, escultor y escritor tenía 91 años. Fue fundador del movimiento “Otra figuración”, representante nacional en la Bienal de Venecia y ganador de múltiples premios y becas como la Guggenheim, pero, sobre todo, una persona desinteresada que nunca dudó en ayudar a sus colegas.
Sin dudas, fue uno de los grandes pintores argentinos desde la segunda mitad del siglo veinte. A partir de sus paisajes del norte a mediados de los años cincuenta, del papel protagónico en la conformación de la Otra figuración, junto con De la Vega, Macció y Deira, cuando puso al arte argentino -y desde una particularidad local- en sincronía con otras vanguardias de otras latitudes, el gran artista se reinventó varias veces a lo largo de las décadas.
Durante su itinerario Noé desarticuló pares que parecían fijos e inmutables: como la relación entre figuración y abstracción, entre dibujo y pintura; entre plano y volumen; entre lo estático y lo dinámico. Su voracidad artística condensaba y absorbía a través de la pintura, y a su modo, una reflexión sobre el estado del mundo. Fue además un pionero de las instalaciones a mediados de los años sesenta.
Fue ensayista y teórico, autor de libros clave como la Antiestética –del que se cumplen en 2025 cincuenta años de la primera edición- o de aquellos en los que tuve la dicha de ser su editor, como El arte en cuestión (2001) -que hizo en diálogo con Horacio Zabala y Noescritos sobre eso que se llama arte (2007). Su último libro, Asumir el caos – en la vida y el arte, de unas quinientas páginas, al que Noé consideraba su legado teórico y vital, fue publicado el año pasado y lo presento a fines de 2024. Yuyo fue un maestro y docente generoso, que formó a varias generaciones de artistas a muchos de los cuales generosamente impulsó. Durante la segunda mitad del siglo XX hasta el primer cuarto del siglo XXI, ha sido un artista clave de la historia del arte y la cultura argentina.
En Noé se dio la infrecuente combinación de haber sido un artista de alto vuelo, de vanguardia y al mismo tiempo una figura popular de la cultura argentina: conocido, respetado y muy querido.
Recibió todos los premios y reconocimientos y realizó innumerables exposiciones en su país y en el mundo. Junto con sus ideas y puesta en práctica de la “visión quebrada” y el “cuadro dividido”, formuló de manera explícita la “asunción del caos”. Uno de los capítulos de su Antiestética se titula “El caos como estructura”. Además de su postura ecléctica, incorporó como fuente de estímulo para sus obras todas las experiencias estéticas, pero también si inspiró en la política, la historia y el presente argentino.
En 1964, gracias al Premio Di Tella, pasó nueve meses en Nueva York; ciudad a la que volvió a fines del año siguiente, por haber obtenido la Beca Guggenheim.
Entre 1968 y 1974 abandona parcialmente la práctica artística, aunque sigue realizando dibujos, por ejemplo, en el contexto de su terapia psicoanalítica. El relativo abandono artístico fue el correlato de su participación directa, desde lo cultural y lo político, en los procesos de cambio propios de aquellos años. Como parte del espíritu de época, Noé estuvo al frente de un bar, el Bárbaro, que se convirtió en un lugar de referencia de la vida de Buenos Aires.
En 1976, cuando comenzó la última dictadura, se vio obligado al exilio junto con su esposa, Nora Murphy, y sus hijos, Paula y Gaspar. Vivió en París durante once años.
A mediados de los años ochenta visitó el Amazonas y eso también marcó su obra. Luego retoma las instalaciones que había encarado y abandonado en los años sesenta: bastidores vacíos, obras reversibles, juegos con los pliegues de la tela, siluetas de madera por fuera del marco. A mediado de los noventa presentó dos retrospectivas: En el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y en el Palacio de las Bellas Artes de México D.F.
Uno de los momentos que resultó clave para la reivindicación de su extraordinaria obra realizada durante el siglo XXI, fue cuando me tocó ser curador del envío argentino a la Bienal de Venecia de 2009 y le propuse ser el artista que representara a nuestro país en aquella importantísima cita internacional para el arte contemporáneo. Fueron momentos muy felices e inolvidables para Noé, aunque no sólo para él.
Para la Bienal veneciana, insté a Noé a que prepara obras monumentales, cosa que le pareció muy bien, de modo que pintó la inmensa obra “La estática velocidad”, de 11 metros de ancho por tres de altura y el políptico “Nos estamos entendiendo”, una suerte de archipiélago o de cosmos, conformado por 15 pinturas. A la vuelta de aquella Bienal, la obra itineró por la Argentina durante 2010, y me tocó ser también curador de la primera etapa de ese recorrido, cuando se presentó en el Museo Nacional de Bellas Artes.
En 2012 falleció su esposa Nora Murphy
Entre las muchas exposiciones que Noé presentó en los últimos años se destacan especialmente dos, de gran envergadura: “Mirada prospectiva”, (Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 2017) y “Visión quebrada” (Museo MAR, Mar del Plata, 2023/24), ambas muestras curadas por Cecilia Ivanchevich (artista, curadora y directora de la Fundación Luis Felipe Noé).
Durante los últimos años, sorprendido él mismo por su propia longevidad, sus obras parecían reelaborar -en clave y a su modo- una larga y personal ceremonia del adiós, no sólo en el contenido sino también en los títulos, con los que fue componiendo un relato fragmentario, expansivo y minucioso al mismo tiempo. A su vez, varias obras se resumen modos de pintar anteriores del propio Noé, como si hubiera una revisión y puesta al día dentro de algunos de los cuadros: miradas retrospectivas e introspecciones de una intensidad paradójicamente pudorosa sin caer jamás en el tono confesional, porque las principales reflexiones las reservó para el tratamiento de la materia, la imagen y los textos inscriptos y citas dentro de las obras. Siempre decidió avanzar sin bocetos hacia lo indeterminado, lo accidental, hacia el azar, combinados con una fortísima noción compositiva, de núcleos múltiples. Una forma de lanzarse a cada obra que resulta tempestuosa y constitutiva de su trabajo.
Una de sus características fuertes es la anticipatoria fragmentación del campo pictórico en sus obras, que fueron a su vez dando cuenta del proceso de fragmentación del sujeto y la sociedad contemporáneos y de ciertos efectos de la tecnología.
Puede decirse que su obra es un puro presente, con continuidades, interrupciones, replanteos e irrupciones. La obra de Noé evoca en sí misma una tensión de sentidos y una forma de pensamiento llevada al campo visual, un modo de conocimiento y transformación del mundo en torno y una superación de estas cuestiones por la vía artística.
Noé fue uno de los artistas más influyentes de la Argentina, que se ha no solo se fue reinvetando a lo largo de las décadas, sino que siempre produjo una obra vitalmente joven. Ha sido un modelo de artista porque su obra expandió la pintura hacia varios campos, incluso el ensayístico y teórico, logrando que todo eso fuera inseparable, y desarrolló con plena lucidez la necesidad creativa y existencial de asumir el caos de la vida.
Con información de agencias.