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Por Maximiliano Borches. Si en algo se pusieron de acuerdo los principales precandidatos de la alianza macrista/radical de “Juntos por el Cambio”, durante la campaña de cara a las PASO del próximo domingo 13 de agosto, fue en imponer un clima de violencia política, que fue desde el festejo colectivo a la salvaje represión en Jujuy ordenada por el precandidato a vice de Larreta, Gerardo Morales, al discurso compartido en todo ese espacio de “Tolerancia 0” a la protesta social y su peligrosa propuesta de derogar la Ley de Seguridad Interior (24059/1991), para que las Fuerzas Armadas participen en acciones de seguridad interna, expresamente prohibido hoy en la Argentina que este año conmemora 40 año de recuperada para siempre la democracia. Tras la instalación de este relato –amplificado por los medios masivos de comunicación que los respalda políticamente- sucedió lo inevitable: el asesinato por parte de la Policía de la Ciudad del militante y fotoperiodista, Facundo Molares Schoenfeld. Al cierre de esta nota no se conoce el resultado de la autopsia.
Con total frialdad y cinismo, el jefe de Gobierno porteño y precandidato a presidente de una de las dos fórmulas de Juntos por el Cambio, Horacio Rodríguez Larreta, publicó en su cuenta de “X” (ex Twitter): “…en el marco de una manifestación con incidentes, falleció luego de una descompensación Facundo Molares. Lamento su muerte y extiendo mis condolencias a sus familiares.” Línea compartida por el responsable de la seguridad porteña, Eugenio Burzaco y la polifacética y otra precandidata a presidenta de JxC (amante de la represión), Patricia Bullrich.
Previamente, el titular del SAME y “eminente médico”, Alberto Crescenti, había dicho que «puede haber sido un infarto masivo. Yo no puedo decir que fue por un golpe de Policía realmente. Nosotros no vemos golpes bajo ningún punto de vista». Lo que omitió decir: la demora de la ambulancia del SAME en llegar, y el accionar represivo calcado al asesinato por parte de la policía estadounidense del afroamericano George Floyd por falta de oxígeno, en momentos que dos policías lo tenían aprisionado contra el suelo, apretándole el cuello, la boca y la cabeza hasta matarlo. En un principio, -hasta que se conoció la autopsia- la versión de la policía del país ubicado al norte de América, fue que “estaba drogado”.
Lo mismo sucede aquí. Hasta que se conozca el resultado de la autopsia del militante asesinado por la policía porteña, el coro de cínicos, quienes permiten ser hablados por ellos y repiten como loros uno de los mantra favoritos de la derecha, y sus altoparlantes de los principales medios masivos de comunicación, repetirán hasta el hartazgo que el Facundo Molares Schoenfeld, falleció por una “descomposición”, luego de que no más de treinta militantes de organizaciones marginales de la izquierda local, terminaran un pequeño acto en la Plazoleta de la República –junto al Obelisco- y sin ninguna orden de desalojo de un juez, ni tampoco para evitar alguna contravención (ni siquiera habían cortado la calle), la horda de un pelotón de guardias de infantería de la Policía de la Ciudad se les arrojó encima como perros hambrientos, matando a Facundo.
En este contexto, y como primer paso positivo para intentar llegar a la verdad, la fiscal del caso, Marcela Sánchez, decidió apartar a la Policía de la Ciudad de la investigación esta muerte ocurrida por violencia estatal.
A 40 años de recuperada para siempre la democracia, no nos podemos permitir como sociedad, naturalizar los crímenes y la represión a la protesta social, amparada por la Constitución Nacional. De nosotros depende. El 22 de octubre elegiremos al próximo presidente, y más aún, elegiremos que modelo de país queremos. Luego no habrá espacio para llantos no arrepentimientos.
