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Un año de miseria y demolición planificada: el desprecio de Milei por la cultura y su necesidad de utilizarla políticamente

Por Flavia Vera*. En el marco del primer año de gestión del presidente Javier Milei, su hermana en jefe, Karina Milei y la vicepresidenta Victoria Villarruel, que se cumple este martes 10 de diciembre, presentamos a continuación un artículo de opinión que analiza las políticas de destrucción que aplica el actual Gobierno respecto a la Cultura, su importancia para la sociedad y la utilización como herramienta política de la misma.

¿Por qué importa tanto la cultura, sino sirve para nada, según el presidente Javier Milei, que cumple su primer año de gestión? Se habla de batalla cultural, de quién la gana y quién la pierde. ¿A quién le sirve tener esa victoria?

La cultura además de ser, en términos generales, un conjunto de costumbres y acuerdos sociales, es también por consecuencia la identidad de una sociedad. La cultura siempre es un terreno de disputa, pero ¿por qué?, ¿a quién le importa la cultura?, ¿por qué hay una famosa batalla cultural de la cual se habla cada vez que cambia una gestión de gobierno?

Así como la sociedad está en constante cambio, la cultura también, y es en esos procesos en los cuales la disputa se hace llamar batalla. Importa tanto porque es un consenso, una oleada de formas de actuar y de pensar de un grupo grande de la sociedad. Sería más o menos que todos nos pongamos de acuerdo sobre un mismo o varios temas, por ejemplo, que la familia tradicional son una mamá, un papá, una hija y un hijo, y que de esa estructura no nos movamos, entonces cuando tenemos una gestión que sí defiende ese tipo de estructura se la apoya, pero si hay otra gestión que piensa que una familia es otra estructura entonces ahí la cultura, ese consenso social mencionado anteriormente, entra en disputa en forma de batalla cultural. Y ganará aquella que tenga más peso o que haga más ruido en la sociedad, aquella que en el momento determinado de la discusión y en el contexto en el que se encuentre genere más adhesiones.

Este formato de familia se lleva adelante en diferentes tipos de lenguajes de expresión cultural, por ejemplo, en una obra de teatro, en publicidades, en programas de TV, en charlas radiales, en el noticiero; es decir, empieza a migrar por diferentes canales que consume la sociedad, por lo tanto, esa batalla que suma adhesiones o rechazos las generamos todo el tiempo y tal vez sin darnos cuenta, pasa en las charlas de la mesa familiar, en el trabajo, cuando vamos a comprar al almacén, en cualquier lugar donde nos encontremos con alguien y nos pongamos a charlar de un tema, ese tema que seguro es el que está en boga, porque lo vemos en los medios de comunicación o las redes sociales, es el discurso en disputa que es parte de la cultura que se está tejiendo en ese momento. Y sino cómo se explica que en un momento el color verde significa la ecología, y luego de unos años aluda a la defensa de la interrupción voluntaria del embarazo. en términos veronianos, ese movimiento de sentido discursivo se da, porque la sociedad está en constante movimiento y resignificando sus propios discursos.

Planteado estos tópicos, nos preguntamos: ¿qué pasó con la cultura y algunas de sus instituciones en este año de gestión de “La Libertad Avanza”?

En este primer aniversario de la actual gestión de Gobierno encabezada por los hermanos Milei y su pequeño círculo íntimo, se está ocupando de borrar consensos culturales anteriores y considera que cerrando espacios y despidiendo trabajadores será suficiente. En este intento de tener la goma de borrar en la mano cerraron sin problema el Museo Nacional de la Historia del Traje, que contenía tenía una colección de indumentaria del siglo XVIII a la actualidad, además del archivo y la biblioteca. Ahora depende del Museo Histórico Nacional y solo se puede visitar una muestra permanente, es decir, se redujo un museo a una colección. Ese museo recibía investigadores, asesoraba a vestuaristas, daba cursos de formación, generaba contenidos académicos, y era un gran promotor de oficios.

Otro caso es el del Fondo Nacional de las Artes (FNA), que sufrió una reestructuración a través del Decreto 1029/24, con el objetivo de que la producción artística sea financiada solo por aquellas personas que puedan pagarlo para tener acceso, por lo tanto, el rol del FNA como aquella garantía de promotor de acceso e igualdad de oportunidades se desvanece.

Otro espacio de vital importancia para nuestra cultura nacional, que también es víctima de las políticas de destrucción en nombre de la “libertad”, es el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), se aplicaron recortes de personal y despidos, que sumaban 400 hasta el momento. En noviembre se pasaron a disponibilidad a cinco trabajadores de planta permanente, mientras que otros 35 están en la cuerda floja, no ocurría esto desde hace 33 años. Además, se suspendieron todos los concursos y subsidios destinados a la producción audiovisual, que tuvo como consecuencia el parate de la creación de cine argentino. A través del Decreto 984/2024 que modifica el artículo 30 de la Ley de Fomento de la Actividad Cinematográfica Nacional N° 17.741, el gobierno expresa una optimización de los fondos públicos.

Por otra parte, en el exCentro Cultural Néstor Kirchner (CCK), hoy denominado “Centro Cultural Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento”, sufrió el despido en dos etapas de un total de 248 trabajadores. El exCCK, este año recibió a los visitantes con un Mickey gigante en la entrada y hasta se están barajando concesiones para bares y restaurantes como este medio ya informó en su momento, el cambio es cultural, destructivo y recaudatorio.

En síntesis, la disputa se da en que esos consensos que se generan en la cultura de nuestra sociedad sean creados por el propio gobierno de turno, porque de esa forma gana la discusión en la calle, en las filas del almacén, en el trabajo y en el barrio. Que no es poco porque luego eso se traduce en acuerdos que toman forma de voto electoral. Por lo tanto es falso afirmar que la cultura es un hecho menor y un despilfarro de dinero. Es, en definitiva, la creación de sentido que la gestión actual de la motosierra necesita de la sociedad para que se esté de acuerdo con sus políticas.

*Comunicadora social

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